Este clásico diorama permite al público “avistar” en 360 grados el drama de los ancestros que semidesnudos cercan y ultiman a un gran paquidermo; es una escena que recrea la lucha por la sobrevivencia en la Cuenca de México hace más de 10 000 años.
El descubrimiento de los restos de un mamut en la comunidad mexiquense de Santa Isabel Iztapan, asociado con tres cuchillos de piedra, confirmó que los humanos atacaban a esos animales. Siguiendo las ideas del prehistoriador Luis Aveleyra, la escultora Carmen Antúnez imaginó y proyectó este suceso a partir de una pintura del museógrafo Iker Larráuri.
Aunque entonces se pensó que los antiguos cazadores abatieron al mamut, estudios de tafonomía en restos de megafauna mostraron que el animal ya estaba muerto cuando se aprovechó como alimento. Hoy se cree que los primeros pobladores comían los restos de un mamut muerto por cansancio, enfermedad o hambre al empantanarse en las orillas de los lagos de la Cuenca de México y en manantiales.
En la estructura de la maqueta, mediante un grupo de cazadores también se intentó reflejar al hombre de Tepexpan, un esqueleto prehistórico hallado por Helmut de Terra en 1947, en los llanos de esa localidad del estado de México.
A pesar de que la propuesta científica de 1964 respecto a la caza del mamut ha quedado atrás, el efecto dramático del diorama y su calidad plástica hacen de esta pieza una de las mejores maquetas del Museo Nacional de Antropología, cuyo fin pedagógico se ha cumplido por 50 años, pues el público no deja de sorprenderse con la escena.
Noticia publicada en Arqueología Mexicana, núm. 130.
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