La codorniz vínculo entre lo cósmico y lo terrenal

Las codornices son protagonistas en los mitos relacionados con el Sol: aparecen antes que éste y anuncian su salida. Por ello, el Sol se enoja, las castiga eternamente y pide su sangre como recompensa y ofrenda. Estas aves simbolizan un vínculo entre lo cósmico y lo terrenal, y su sangre –junto con la sangre de los corazones de los hombres– evita el caos.

El sacrificio humano y el de la codorniz para alimentar al Sol con corazones y sangre están estrechamente ligados a los mitos de la creación de los dioses, de los soles y de los hombres. Estos últimos se vinculaban con los dioses por medio de ofrendas, sacrificios, penitencias, pues así esperaban recibir dádivas de parte de ellos; incluso, el mismo Sol se sacrifica purificándose a través de Nanahuatzin. En las fuentes sobre la creación hay múltiples constantes y un elemento reiterativo dentro de la mecánica del mito es el sacrificio, la inmolación de los dioses, para que el Sol y la Luna se muevan, para que el Sol alumbre, para lo cual éste pide a cambio comer corazones, beber la sangre de los dioses que han de crear a su vez a los hombres para alimento del Sol. Esto representa la esencia del mito, por eso las fiestas que cada veintena celebraban los nahuas se movían dentro de una estructura mítica, y de acuerdo con las reglas del rito, cuya mecánica era el juego, se regulaba la armonía del universo.

El desequilibrio cósmico causa el caos. Octavio Paz se refería a la utilidad del rito como “un inmenso desperdicio de vida y tiempo para asegurar la continuidad cósmica” y como “una imitación del juego divino, una representación del acto creador original”. Con el sacrificio se busca mantener el equilibrio.

 

Los mitos

¿Por qué la presencia de la codorniz en algunos mitos y por qué se ofrenda su sangre en honor del Sol? Estas pequeñas aves, que Bernal Díaz del Castillo llamaba “perdices de la tierra”, son muy ruidosas, arman gran alboroto y casi no vuelan. Estas peculiaridades fueron registradas por los indígenas, que no pasaban por alto ningún detalle.

En una de las fuentes sobre la creación del Sol se señala el porqué la codorniz, junto con otros animales, fue destinada para el sacrificio:

 

Y como por algunos años no hubo sol, ayuntándose los dioses en un pueblo que se dice Teutiuacán, hicieron un gran fuego y puestos los dichos dioses a cuatro partes de él, dijeron a sus devotos que el que más presto se lanzase de ellos en el fuego, llevaría la honra de haberse criado el sol, porque el primero que se echase en el fuego, luego saldría sol y que uno de ellos como más animoso, se abalanzó y arrojó en el fuego y bajó al infierno y estando esperando las codornices, langostas, mariposas y culebras, que no acertaban por dónde había de salir el sol, en el tanto dicen, apostaron por dónde saldría, y los unos que por aquí, los otros que por allí; en fin, no acertando, fueron condenados a ser sacrificados; lo cual después tenían muy en costumbre de hacer ante sus ídolos (fray Jerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, cap. II).

 

Si el sacrificio de la codorniz tiene su origen en este mito, resulta lógico que esta costumbre estuviese muy difundida en varios pueblos de Mesoamérica y que se haya integrado a sus fiestas, las cuales se regían por el año agrícola. Así, se degollaba a las codornices y se elevaba su cabeza en dirección al astro para ofrecer su sangre.

En la Leyenda de los Soles, en los Anales de Cuauhtitlan, se relata que cuando Quetzalcóatl roba los huesos preciosos que darán origen a la humanidad cae en un hoyo; sus huesos se esparcen y entran en acción las codornices, que adquieren un doble papel: asustan a Quetzalcóatl y carcomen y agu- jeran los huesos. Nuevamente, las ruidosas codornices, aves terrenales, molestan a un dios, pero no en el espacio sideral sino en otro espacio, que es el inframundo.

Sahagún dice que estas avecillas andaban siempre en bandadas y que si se separaban y se escondían de los cazadores, unas llamaban a las otras silbando y haciendo mucho ruido y se volvían a juntar, y era justo cuando las atrapaban. Estos animales son de corto vuelo, más bien corren mucho y permanecen a pie de tierra para cuidar a sus hijuelos, características que se daban sólo en estas aves.

El relato sobre la ruptura de los huesos conlleva dos aspectos: el hoyo como negrura de la noche y las codornices como luz de día. Patrick Johansson señala que estas aves aparecen en periodos de calor y vuelan sobre todo antes del amanecer, por lo cual se les considera como “una luz que surge de la noche o del inframundo”. Sin embargo, si vuelan o salen antes del amanecer, le ganan al Sol a salir, le ganan al alba, y salen cuando aparece Venus, la estrella de la mañana; es decir, la aparición de la codorniz coincide con la aparición de Venus, el lucero de la mañana. 

Tomado de Patricia Sierra Longega, “La codorniz, animal mítico”, Arqueología Mexicana núm. 81, pp. 18 - 23.

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