Más allá del significado que guarda para la multitud de pueblos que aún la practica en ocasión de fiestas religiosas, la Danza de los Voladores ha sufrido una transformación más en las últimas décadas. Ahora es frecuente encontrar que se realiza de manera constante en lugares turísticos simplemente como un espectáculo más, sin que esto implique, hay que decirlo, que quienes la practican no estén al tanto de la importancia del ritual, ni que deban haberse sujeto desde pequeños al entrenamiento necesario para ser parte de él.
En otra vertiente, ahora más allá de su papel como atractivo turístico, el Volador es considerado uno de los elementos relevantes del acervo cultural de México. Las comunidades que lo practican se muestran francamente orgullosas de ello y lo manifiestan de diversas maneras, como la estatua que representa a un volador en el pueblo de Papantla. La ceremonia también ha llamado la atención de pintores como Jean Charlot, Diego Rivera o Miguel Covarrubias e incluso de jóvenes artistas, quienes se inspiran en la hazaña que durante unos minutos por siglos han realizado los voladores.
Imagen: Voladores de Cuetzalan, Puebla, frente al Monumento al Volador, de 18 m de altura, en Papantla, Veracruz. Foto: © José Luis Hernández. Etiqueta de cerveza en la que se representa a los Voladores de Papantla en vuelo. Digitalización: Raíces.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “La Danza de los Voladores en el imaginario”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 88, p. 89.