La diosa Tlaltecuhtli de la Casa de las Ajaracas y el rey Ahuítzotl

Eduardo Matos Moctezuma, Leonardo López Luján

La arqueología urbana siempre nos reserva grandes sorpresas, máxime en la ciudad de México, cuyo Centro Histórico se levanta directamente sobre los sucesivos restos de la metrópoli colonial más pujante del continente americano, de la capital del imperio mexica y de un modesto pero muy interesante asentamiento de la fase Tollan. El hallazgo más reciente realizado en este escenario ocurrió apenas el 2 de octubre de 2006 y se erige desde ahora como un hito en la historia de nuestra disciplina.

El descubrimiento tuvo lugar justo frente a las ruinas del Templo Mayor, cuando el equipo del arqueólogo Álvaro Barrera exploraba el predio que ocupó la Casa de las Ajaracas, en la intersección de las calles de Guatemala y Argentina. En esa memorable fecha, Gabino López Arenas, Alicia Islas, Alberto Díez Barroso y Ulises Lina –todos ellos integrantes del Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH– detectaron in situ un monolito aún más grande que la escultura discoidal de la diosa Coyolxauhqui, ubicada por cierto a corta distancia hacia el sureste. El nuevo monolito es una impresionante lápida cuadrangular de 3.57 m en sentido norte-sur, 4 m en dirección este-oeste y un espesor máximo de 38 cm. La cara superior de este monumento de andesita de lamprobolita está esculpida en relieve, estucada parcialmente y policromada con rojo, ocre, blanco, azul y negro. Tras semanas de excavación y gracias a la cuidadosa limpieza emprendida por los restauradores Virginia Pimentel, Ximena Rojas, Carlos del Olmo y José Vázquez, quedó expuesta la imagen de una divinidad que nos daremos a la tarea de analizar en las siguientes líneas, esto a la luz de los documentos históricos, las pictografías y el arte escultórico mexica.

 

La identificación de la diosa

 

El 3 de octubre por la mañana, cuando asistimos al lugar del descubrimiento, la totalidad del costado oriental del monolito emergía del perfil poniente de la excavación. Nos percatamos en ese momento que el relieve no sólo era muy profundo –de hasta 18 cm–, sino que seguía un patrón bilateral: se percibían siete elementos rectangulares al centro de la piedra y cinco elementos redondeados a cada lado, uno de los cuales estaba separado de los cuatro restantes. Al considerar los cánones propios de la plástica mexica, dedujimos que la escultura era muy probablemente la representación frontal o dorsal de una divinidad. Al día siguiente, revisamos parte del rico corpus escultórico de esta civilización, llegando así a la conclusión de que los rectángulos centrales correspondían a los caracoles Oliva que rematan la divisa dorsal llamada por Eduard Seler –quizás de manera no muy atinada— citlalicue (“falda de estrellas”) y de que los elementos redondeados eran diez filosas uñas pertenecientes a dos garras abiertas. Fue grande la emoción que nos invadió, pues esto quería decir que se trataba de la figura de una diosa telúrica y nocturna. Aunque eran varias las candidatas pertenecientes a este grupo de divinidades denominadas genéricamente tzitzimime, pensamos que muy probablemente se trataría de Tlaltecuhtli (“Señor/Señora de la Tierra”), tomando en cuenta la existencia de más de 40 esculturas de este ser sobrenatural que dio origen con su cuerpo al cielo y al inframundo. Las semanas avanzaron y, conforme el equipo del PAU iba exhumando el monolito, pudimos afinar nuestras ideas en torno a esta identificación.

 

Moctezuma, Eduardo Matos, y Leonardo López Luján, “La diosa Tlaltecuhtli de la Casa de las Ajaracas y el rey Ahuítzotl”, Arqueología Mexicana núm. 83, pp. 23-29.

 

• Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Profesor emérito del INAH y miembro de El Colegio Nacional. Coordinador general del Proyecto Templo Mayor y del Programa de Arqueología Urbana.

• Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris X-Nanterre. Investigador del Museo del Templo Mayor. Miembro del Proyecto Templo Mayor desde 1980, director del mismo proyecto desde 1991 y asesor del Programa de Arqueología Urbana.

 

Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar http://raices.com.mx/tienda/revistas-cenotes-en-el-area-maya-AM083