La domesticación del maíz

El maíz con las características que conocemos ahora es producto de la evolución de la especie silvestre llamada teocintle, la de genética más cercana a la planta cultivada. El teocintle, como otros cereales en el mundo, tenía características que la hacían atractiva para los grupos de cazadores-recolectores, los que la buscaban por su abundancia, por lo relativamente sencillo que era retirar sus semillas (los granos) y porque éstos resultaban aptos para su consumo.

De la recolección de ésa y de otras plantas se hacían cargo las mujeres, las que al paso del tiempo fueron acumulando conocimientos sobre sus ciclos de crecimiento y sobre las partes que resultaban más útiles, pues eran ellas quienes se encargaban a final de cuentas de preparar los alimentos. Esta manipulación selectiva, en el caso del teocintle enfocada en la recolección de los granos, fue dando lugar a modificaciones en la estructura de la planta de maíz, que se convirtió en una en la que los granos no estaban cubiertos por gruesas membranas, sino por hojas, y no se desprendían. Además el tamaño de la mazorca era mayor y consecuentemente con más cantidad de granos. El hecho de que los granos no se desprendan solos de la mazorca hace de la reproducción de la planta un aspecto que depende de la intervención del hombre, quien debe sembrarla en el suelo y vigilar y procurar su crecimiento.

Este proceso de domesticación tuvo lugar en la región del río Balsas (Guerrero). Ese proceso y el posterior desarrollo de las técnicas de cultivo en distintas regiones seguramente tomaron siglos. No se exagera si se le considera como el evento fundador de las culturas de épocas posteriores. A partir de que su cultivo se convirtió en la actividad principal, las sociedades nómadas de cazadores-recolectores se convirtieron en agrícolas y sedentarias, y se desarrollaron hasta convertirse en entidades de gran complejidad política, social y cultural.

Tomado de Enrique Vela, Arqueología Mexicana, Especial 38,  El maíz. Catálogo visual.