La entrega simbólica del reino de Tenochtitlan

Miguel Ángel Segundo Guzmán

Las cartas de relación de Hernán Cortés viven atrapadas en una cosmovisión señorial, en donde los ejes existenciales que orientan la acción son los viejos temas del honor y la hazaña, la fidelidad al señor, la gloria para el oído del otro. En una retórica que recubre el simple interés por el oro. La ambición se reduce, se evapora frente a un horizonte de significado señorial mayor. Un motor oculto se encuentra en el universo mental de los conquistadores: “…y estábamos en disposición de ganar para vuestra majestad los mayores reinos y señoríos que había en el mundo, y que además de hacer lo que como cristianos éramos obligados, en pugnar contra los enemigos de nuestra fe, y por ello en el otro mundo ganábamos la gloria y en éste conseguíamos el mayor prez y honra que hasta nuestros tiempos ninguna generación ganó” (Cartas de relación, p. 48).

El oído del rey es el destinatario de la hazaña, ya que su persona otorga la verdad e imprime la justicia sobre el mundo. Por ello, en la segunda carta, Cortés le promete al rey que iría por “un gran señor que se llamaba Muntezuma”: “Y que confiado en la grandeza de Dios y con esfuerzo del real nombre de nuestra alteza, pensara irle a ver a doquiera que estuviese, y aun me recuerdo que me ofrecí, en cuanto a la demanda de este señor, a mucho más de lo a mí posible, porque certifiqué a vuestra alteza que lo habría, preso o muerto, o súbdito a la corona real de vuestra majestad” (Cartas de relación, p. 38).

El destino de ese “gran señor del mundo” americano ha quedado claro desde el inicio, ser vasallo de la “cesárea majestad”. La carta narrara el proceso, en el documento existe un trabajo sobre la verdad que implica amasar el acontecimiento, es un relato trabajado para el imaginario de la corte. Cortés va construyendo el personaje de un gran señor que vive en estas nuevas tierras, que tiene dudosos pactos de señorío “por fuerza y de poco tiempo acá”, que lo perfilan como una tiranía: mantiene pueblos a la fuerza; se mueve con embajadores que engañan, que traicionan. El servicio que Cortés presta es en buena medida de liberador, su cabalgata va ganando nuevos vasallos para el rey, su señor. La figura de Moctezuma en el relato es fundamental. Lo convierte en un personaje central dentro de la puesta en escena de la entrega simbólica del reino. La escritura va a establecerlos en vías del despojo: después de las fallidas estratagemas para alejarlo del centro del poder, el ejército de Hernán Cortés entra en la ciudad. Una ciudad que resplandece en el agua es el escenario del ocaso de los infieles.

Miguel Ángel Segundo Guzmán, “Retóricas legales de la conquista. Hernán Cortés y la simbólica del vencido. ”Arqueología Mexicana, núm. 142, pp. 51-55.

Miguel Ángel Segundo Guzmán. Doctor en antropología, UNAM. SNI-C. Profesor-investigador del Departamento de Historia de la Universidad de Guanajuato.

 

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