Joaquín Arroyo-Cabrales, Felisa J. Aguilar
Durante el Pleistoceno Tardío, cuando Azcapotzalco formaba parte de la ribera y tierra firme norponiente del lago de Texcoco, existía un ambiente de pastizal o sabana que permitió que proliferaran tanto individuos de mamut colombino como caballos. El registro de su existencia se dio por la recuperación de materiales e información durante la construcción de la línea 6 del Metro, de ahí la importancia de la vinculación de los trabajos paleontológicos con los planes de desarrollo urbano, para seguir recuperando información del pasado de nuestra ciudad de México.
Los fósiles son aquellas evidencias de vida del pasado que se han conservado después de experimentar procesos fisicoquímicos que permitieron que las partes duras, la mayoría de las veces, de los organismos perduren. Mediante su estudio paleontológico es posible indicar el tipo de organismos que habitaron una región y el posible medio ambiente en que se desarrollaron.
En México, una de las temporalidades mejor representada, por su registro fósil, previa a la actual es el Pleistoceno; esta época se caracterizó por la actividad glacial alternada con episodios cálidos (interglaciales), durante los cuales las temperaturas en latitudes medias y altas fueron, en ocasiones, más altas que las actuales. Durante las etapas frías de gran duración (entre 40 y 120 000 años cada una), se desarrollaron grandes masas continentales de hielo y se presentó la expansión de montañas de glaciares en muchos lugares del mundo (Rutherford y D’Hondt 2000), por lo que es conocida como Era del Hielo.
Las alteraciones climáticas durante esa época causaron cambios en las comunidades de flora y fauna, que combinaban elementos característicos de diferentes paisajes; se trata de ecosistemas ahora extintos (Webb et al., 2004). Un aspecto que caracterizó la parte terminal del Pleistoceno fue la extinción de diversos componentes de la flora y la fauna. Entre las causas de dicha desaparición se consideran el cambio climático, el desequilibrio ecológico y, en el caso de la fauna, la cacería excesiva por parte de los primeros habitantes del continente americano (Koch y Barnoski, 2006). En los estudios de fauna del Pleistoceno en nuestro país se consideran esos aspectos.
En el caso del Distrito Federal, se sabe que gran parte de lo que hoy conforma este territorio, durante el Pleistoceno estuvo cubierto por agua (Metcalfe et al., 2000), mientras que en la orilla oriental se desarrolló una abundante flora y fauna, lo cual se ve reflejado en el gran número de registros de restos óseos fósiles que se han reportado en la región, particularmente de mamut (Arroyo-Cabrales et al., 2003). Menos frecuentes han sido los reportes de fósiles al occidente de la ciudad de México, probablemente por coincidir con áreas que estuvieron hundidas en épocas remotas.
Azcapotzalco y su registro fósil
Lo que hoy es el territorio de la delegación Azcapotzalco de la ciudad de México, en el pasado correspondió a la ribera norponiente del lago de Texcoco y tierra firme. El conocimiento sobre la fauna que habitó esa zona durante el Pleistoceno Tardío es producto de la recuperación de información o material, como parte de los trabajos de salvamento arqueológico que se realizaron en la construcción de la línea 6 del Sistema de Transporte Colectivo Metro (Carballal Staedtler et al., 1997).
En esta zona, como la mayoría del conocimiento de la fauna del Pleistoceno en el Distrito Federal, los hallazgos se dieron durante la ejecución de la obra civil, en este caso la construcción de dicha línea en su tramo de las estaciones El Rosario, Tezozómoc y Azcapotzalco, tanto de hallazgos aislados como de las excavaciones en las zonas núcleo y los túneles, así como del registro de información oral por parte de los trabajadores (Carballal Staedtler et al., 1997).
Se tiene el registro de al menos 12 ejemplares de mamut colombino, ocho con más de 75% de los elementos del esqueleto, según los responsables de la excavación, y cuatro con fragmentos o elementos aislados, así como la presencia de ejemplares de caballo del Pleistoceno. La presencia de estos animales nos indica la existencia de un pastizal o sabana en los alrededores de la ribera del lago de Texcoco, donde éstos hallarían sus nutritivos alimentos, al igual que otros grandes herbívoros que se conocen en la Cuenca de México, como los bisontes y los camellos, o grandes carnívoros como el lobo pleistocénico.
Sobre su antigüedad, considerando la información del perfil estratigráfico realizado por el geólogo Federico Mooser y Margarita Carballal en la estación Tezozómoc, se propone un intervalo de entre 16 y 20 000 años antes del presente, aunque no existen fechamientos absolutos de esos huesos.
Joaquín Arroyo-Cabrales. Investigador de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, inah. Estudia los mamíferos del Cuaternario de México y su uso en la reconstrucción paleoambiental.
Felisa J. Aguilar. Bióloga por la unam. Investigadora del Centro inah Coahuila, responsable del proyecto “Protección técnica y legal del patrimonio paleontológico en el estado de Coahuila”.
Arroyo-Cabrales, Joaquín, Felisa J. Aguilar, “La fauna del Pleistoceno en Azcapotzalco. Evidencias y reflexión”, Arqueología Mexicana núm. 136, pp. 30-33.
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