La muerte de Moctezuma II

Carlos Javier González González 

Es necesario destacar los acontecimientos del miércoles 27 de junio de 1520, puesto que se vinculan con la muerte de Moctezuma II. Como en todo magnicidio, se crean tantas versiones que resulta imposible desentrañar la verdad, con mayor razón a tantos años de distancia. No obstante, pueden resumirse en dos: una, la versión española, dice que habría muerto a consecuencia de una pedrada en la sien propinada por sus propias gentes, y la otra, la versión indígena, que fue asesinado por los españoles.

Lo que parece indudable es que ese día, a petición de Cortés o por iniciativa propia, Moctezuma subió a la azotea de las Casas Viejas y se presentó ante los mexicas enardecidos para hablarles y tratar de calmarlos, y fue fuertemente increpado e insultado. Esta situación podría haberse derivado de que a esas alturas su pueblo ya lo consideraba un cobarde, así como de que el mando militar lo había asumido Cuitláhuac, su hermano, quien fue aceptado de facto como el nuevo huei tlatoani. Lo de la pedrada parece factible, así como la situación depresiva que vivía el jerarca y que pudo llevarlo a dejarse morir, como algunas fuentes lo refieren, e incluso no sería descartable que, tratándose finalmente de un guerrero, hubiera pedido  a los españoles que lo mataran para tener una muerte digna e ir a morar al Tonatiuh Ichan, “la Casa del Sol”, tal como lo solicitaría Cuauhtémoc a Cortés meses después, al caer Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521. El caso es que, según Cortés, murió “de allí a tres días”, contando a partir del día 27, lo cual podría ser el 29 o el 30 de junio; en la versión de Bernal Díaz, el deceso ocurrió el día anterior a la salida que resultaría funesta, es decir, el día 29. Francisco de Aguilar dice que fue “a hora de vísperas”, es decir, por la noche.

 

Carlos Javier González González. Arqueólogo por la ENAH y doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Profesor investigador del Museo del Templo Mayor.

González González, Carlos Javier, “La llamada Noche Triste”, Arqueología Mexicana, núm. 163, pp. 48-55.