La arqueología ha demostrado que había variaciones en el sistema de entierro pero no en la tradición de sepultar al muerto en un lugar alejado de la casa.
El sistema de entierro más antiguo es con el muerto en posición flexionada, colocado de manera lateral sobre el piso de la cueva, envuelto en una manta y atado con cuerdas y agujas de madera; es lo que llamamos bulto mortuorio. Este sistema fue común desde la primera etapa del periodo Prehistórico (700-900 d.C.) y continuó empleándose hasta el virreinato.
Los datos etnográficos que hemos recopilado apuntan que la posición flexionada era para simular que el difunto estaba dormido, porque la muerte es como estar dormido pero sin oportunidad de despertar jamás. Se dice que cuando las personas duermen a veces sueñan y en ese momento su alma se desprende, puede abandonar el cuerpo y viajar, pero regresa.
En la muerte, el alma abandona el cuerpo y se separa para siempre. Una referencia del padre jesuita Joan Font en 1611 sobre la muerte entre los tarahumaras señala: “Dicen que cuando muere una persona, que su alma no muere sino que se va a los montes donde está una fiera que a los malos traba y a los buenos deja pasar a mejor tierra” (Font, en González Rodríguez, 1982, p. 159).
A veces el alma del muerto no se puede ir, no encuentra su camino, y puede regresar para asustar, enfermar y lastimar a los vivos, por ello se deben sellar las sepulturas para que nada salga que pueda hacer daño.
Imagen: Pintura rupestre con figuras humanas que representan el luto. Los dos personajes blancos tienen los cabellos trasquilados y la figura más grande tiene dos marcas de cruces. Cueva de las Monas, Chihuahua. Foto: Enrique Chacón Soria.
Enrique Chacón Soria. Arqueólogo por la ENAH y maestrante por la EAHNM-CIESAS. Premio Alfonso Caso a la mejor tesis de arqueología en 2010. Adscrito al Centro INAH Chihuahua y titular de los proyectos arqueológicos “Samalayuca” y “Cueva de las Monas”. Especialista en arte rupestre y arqueología de la Sierra Tarahumara.
Chacón Soria, Enrique, “La muerte en el mundo tarahumara”, Arqueología Mexicana, núm. 175, pp. 34-39.