La Pirámide Votiva de La Quemada es la principal pirámide de este asentamiento por sus dimensiones y ubicación. En ella se encontraba la deidad más importante, cuya identidad se desconoce hasta la actualidad. El edificio era de un solo cuerpo, con una escalinata sumamente pronunciada por donde accedía un sacerdote para colocar ofrendas en la cima, mientras en la parte baja se realizaban las ceremonias.
Sobre la Pirámide Votiva de La Quemada se tienen referencias desde 1826 gracias a las descripciones del capitán inglés George Lyon, quien aseguró que alguna vez tuvo en la cima una estatua. El explorador alemán Carl de Berghes señaló, en 1832, que esta pirámide tenía una forma extraña, con una escalinata fuertemente inclinada que conducía a la cima. En 1867, Guillermin Tarayre, al frente de la Comisión Científica Francesa, tomó medidas casi exactas de las dimensiones del monumento, aunque consideró que a la pirámide le hacía falta la parte alta, seguramente pensando en la forma de las pirámides de Egipto. Este científico francés consideró que en la cima se colocaba una figura en madera de Huitzilopochtli, deidad guerrera que acompañaba a los aztecas durante su peregrinación. Esta idea la reforzó al tomar en cuenta los códices en donde se muestran las pirámides con una deidad en la parte superior.
A finales del siglo XIX, el antropólogo checo Ales Hrdlicka realizó una inspección a las ruinas de La Quemada, y el explorador señaló el deteriorado estado de conservación en que se encontraba el edificio, además de destacar la orientación que presentaba respecto a los puntos cardinales, aunque no era completamente exacta.
A principios del siglo XX, Leopoldo Batres realizó una inspección en el sitio y reforzó la idea de que hubo una ocupación azteca en el lugar, pues consideró que la Pirámide Votiva estaba dedicada a Huitzilopochtli, quien era representado en madera y se había colocado en la cima. También la relacionó con el Sol y la Luna, como parte de las deidades del México antiguo. Llama la atención el señalamiento de un ara frente a la Pirámide Votiva, lo que hace referencia a las aras votivas, es decir, altares dedicados a algún dios por algún beneficio recibido en el antiguo mundo grecorromano. Hoy en día ese elemento se encuentra desaparecido, quizás debido al saqueo o a la destrucción del espacio; Batres sugirió que la explanada frente a la Pirámide Votiva era una plaza para ceremonias públicas.
Eduardo Noguera, quien trabajó con Agustín García, publicó en 1930 una monografía sobre La Quemada, donde retoma la idea de Batres al considerar que la pirámide no es trunca, como el común de las pirámides en Mesoamérica, pues se trata de un templo dedicado a una deidad del sitio, sin mencionar cuál sería.
En la portada del artículo vemos la Pirámide Votiva de La Quemada en 1867. Dibujo publicado en Archives de la Commission scientifque du Mexique...,1867, t. III, fig. 13, p. 367. Imagen: Getty Research Institute (Internet Archive, Id. Archivesdelacomm03fran, Dominio Público)
Tomado de: Carlos Alberto Torreblanca Padilla (2024) La pirámide votiva de La Quemada, Zacatecas, Arqueología mexicana, edición regular 188, pp. 40-45.