Aurelio López Corral, Lane F. Fargher, Ramón Santacruz Cano
La “república de Tlaxcallan” es producto de una turbulenta historia de los tlaxcaltecas, plagada de conflictos y alianzas, que derivaron en el establecimiento de una forma de gobierno compartido. Esto permitió a los tlaxcaltecas organizar un importante cuerpo militar –que permitía defender su autonomía del imperio mexica–, el cual, a la larga, se uniría con el ejército de Hernán Cortés en la época de la conquista.
A Tlaxcallan se le conoce principalmente por haber sido un acérrimo enemigo del imperio mexica, y por su crucial alianza con los españoles durante la conquista de Mesoamérica. Más allá de su erróneo mote de cómplices “traidores” de los ejércitos de Hernán Cortés, los tlaxcaltecas tuvieron numerosos conflictos a lo largo de su historia que, en gran medida, moldearon su particular forma de gobierno a manera de república, en la que varios líderes ejercían el poder. Desconocemos cómo designaban los tlaxcaltecas a su forma de gobierno. Nosotros la nombramos una república, porque este tipo de organización tiene como fundamento ejercer el poder de manera compartida sin la figura de un líder autoritario. Quizá resulta poco apto para describir la complejidad de la organización indígena en la época prehispánica pero, por el momento, nos referiremos a ella como tal.
Sabemos que los tlaxcaltecas se consideraban un altépetl (atl: agua, y tépetl: cerro), un vocablo común entre los grupos prehispánicos para identificar a una entidad política multiétnica con instituciones, gobernantes, poblaciones dominadas, economía de mercado o tributaria, ideologías propias y territorios, algo similar a un Estado. Pero esto no nos sirve de mucho para entender detalles finos de la organización tlaxcalteca porque, como lo indica Bernardo García Martínez, el altépetl –o “pueblo de indios” en la época colonial– fue la principal forma de organización política entre muchos grupos mesoamericanos. En algunos casos, como en Tlaxcallan, había incluso otro nivel de organización en el que varios altepemeh aliados conformaban uno de mayor tamaño llamado huey altépetl, llamado por James Lockhart un “altépetl complejo” y por Ángel García Cook, una “confederación” (fig. 2). Por eso, Tlaxcallan permite un acercamiento a la estructura de una de esas corporaciones, que privilegió el gobierno compartido para guiar sus intereses pero que también pudo prevalecer, de forma similar, en otros altepemeh como Cholula, Huexotzingo, Tepeaca y Chalco.
Los inicios de Tlaxcallan
Para entender el gobierno colectivo en Tlaxcallan es necesario dar un repaso a los eventos históricos que moldearon la creación de este altépetl. Conocidos en sus inicios como teochichimecas, los primeros tlaxcaltecas arribaron desde el norte de Mesoamérica a la región de Texcoco, en el Posclásico Tardío (1250-1519 d.C.) (fig. 2). Se asentaron en los llanos de Teopoyauhtlan, entre Cohuatlinchan y la ribera de los lagos, donde residieron varios años con el permiso de los gobernantes texcocanos. Eran grupos invasores, rudimentarios, de gran destreza con el arco y la flecha, y bravucones, lo que les generó una enconada enemistad con los culhua-mexicas a quienes, cuenta el cronista Juan Buenaventura Zapata y Mendoza, constantemente “...en sus espaldas rayaban con canutos de pluma” (se burlaban).
Los culhua-mexicas iniciaron hostilidades contra los teochichimecas y, finalmente, acabaron en una sangrienta guerra conocida como “la batalla de Poyauhtlan”. Migrar les pareció una mejor idea y, al ordenarles su dios Camaxtli proseguir hacia el oriente en búsqueda de las tierras prometidas, se dividieron en tres grupos. Una fracción se fue a poblar la provincia de Tulancingo, Hidalgo, y la Sierra Norte de Puebla. Otra se quedó a radicar en tierras de Tepetlaóztoc, Texcoco. La tercera, propiamente los fundadores de Tlaxcallan, se dirigió hacia el sur rodeando la Sierra Nevada, y se adentraron en el valle poblano-tlaxcalteca y el sur de Puebla. Mientras algunos se quedaron a radicar en las poblaciones que visitaban, otros continuaron su travesía y llegaron hasta las sierras de Poyauhtlan (Pico de Orizaba) y Napatecuhtli (Cofre de Perote), para finalmente retornar a la región de Tlaxcala por el flanco noreste. Después de recorrer más de 450 km desde Teopoyauhtlan, se asentaron en una serranía de fuertes barrancas al norte del valle de Puebla-Tlaxcala, área que fue nombrada Tepetícpac Texcallan, de manera literal “cima del cerro” o “lugar de barrancas”, respectivamente (fig. 1). Ahí establecen el primer asentamiento teochichimeca bajo el dominio de su principal líder, Culhuatecuhtli Quanex (fig. 3). La fecha de fundación aún presenta problemas; al carecer de fechas de radiocarbono, por el momento debemos basarnos en los documentos históricos. Muñoz Camargo dice que arribaron en un año 5 técpatl (5 pedernal), 300 años antes de la redacción de su Historia de Tlaxcala, entre 1260-1280 d.C. Zapata y Mendoza menciona el año 9 técpatl (1331 d.C.). Otros autores han propuesto fechas distintas, pero en general vemos que los tlaxcaltecas llegaron tardíamente al valle (fig. 3b).
Sobre la sierra y las laderas comenzaron a expandir sus dominios, modificando el paisaje con terrazas, plazas y templos. Se fundaron los nuevos asentamientos de Ocotelulco y Tizatlán, y posteriormente arribaron los teochichimecas que se habían quedado a radicar en Tepetlaóztoc para fundar Quiahuiztlan. Con estos cuatro asentamientos surgió Tlaxcallan.
Establecerse en el valle fue un proceso difícil para esos primeros tlaxcaltecas, quienes se vieron inmiscuidos en constantes conflictos (fig. 4). Primero, expulsaron a los olmeca-xicallancas y los zacateuhcas que habitaron alrededor de la actual Nativitas. Posteriormente, tuvieron una sangrienta “guerra civil” contra Huexotzinco. Pero fue durante la expansión del imperio mexica en los siglos XV y XVI d.C. cuando vivieron sus momentos más difíciles. Las constantes confrontaciones los pusieron en un perpetuo estado de guerra, para evitar su anexión al imperio. Los mexicas conquistaron los altepemeh de los alrededores de Tlaxcallan y les impusieron un cerco militar y económico que dificultó la importación de productos como sal y algodón. Los tlaxcaltecas resistieron, y esta capacidad de defensa hizo que otras poblaciones nahuas, otomíes, xaltocanas y pinomes se refugiaran en sus territorios para escapar del control imperial; también se lograron coaliciones importantes con grupos otomíes del norte y el noreste, a quienes se les encomendó la defensa de estos territorios, con lo que se obtuvo mayor poder militar. Esto hizo de Tlaxcallan una entidad multiétnica.
Gobierno compartido
República, confederación, gobierno colectivo, altépetl complejo, señoríos y senado son términos que se han usado para definir la organización social de la antigua Tlaxcallan. Todos tienen en común una característica: se centran en el concepto de que un grupo de individuos comparten el poder y no hay una figura autoritaria. Hernán Cortés visitó Tlaxcallan y vio que estaba regida por muchos líderes, gobierno que equiparó con lo que llamó “señorías” (repúblicas), como las de Venecia, Génova y Pisa, donde no había “señor general de todo”.
Para entender esta forma de gobierno, similar al de una república, debemos retomar la tradición guerrera tlaxcalteca mediante la cual los individuos podían obtener títulos nobiliarios, tierras y tributarios, así como acceder a puestos de poder.
Aurelio López Corral. Doctor en arqueología por la Penn State University. Investigador del Centro INAH Tlaxcala y codirector del “Proyecto arqueológico Tepetícpac”. Se especializa en la economía doméstica y política de las poblaciones prehispánicas y en el desarrollo de los antiguos sistemas agrícolas mesoamericanos.
Lane F. Fargher. Doctor en arqueología por la Perdue University. Trabaja en el Departamento de Ecología Humana del Cinvestav, IPN, Unidad Mérida. Se especializa en la economía política de estados premodernos y en el urbanismo.
Ramón Santacruz Cano. Arqueólogo por la ENAH (INAH) e investigador del Centro INAH Tlaxcala. Codirige el “Proyecto arqueológico Tepetícpac” y el “Proyecto arqueológico Tizatlán”. Estudia a las poblaciones indígenas de Tlaxcala y la conservación del patrimonio arqueológico.
López Corral, Aurelio, Lane F. Fargher, Ramón Santacruz Cano, “La República de Tlaxcallan”, Arqueología Mexicana núm. 139, pp. 42-53.
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