Los más de 65 000 km cuadrados que abarca esta cordillera son un espacio de elevaciones, mesetas y tierras bajas que dan cobijo a una inmensa complejidad cultural. La Sierra Tarahumara es, en la actualidad, el hogar de grupos rarámuri o tarahumaras, óódami o tepehuanes del norte, o´oba o pimas, y warijó o guarijío, además de numerosas comunidades mestizas, y una gran diversidad de fauna y flora entre la que destacan liebres, ardillas, venados cola blanca y más de 200 especies de aves.
De acuerdo con estudios recientes, se calcula que la lengua con más hablantes en esta región es la rarámuri –alrededor de 72 mil personas–, la cual pertenece a la familia yuto-nahua y tiene, al menos, cinco variantes dialectales definidas bajo criterios fonológicos (Gotés, 2010, p. 28).
Como ocurre con otras lenguas en México, la escritura del rarámuri ha recurrido a grafías y normas gramaticales del castellano que mantienen ocupados a lingüistas e investigadores interesados en alcanzar un consenso, pues el nombre de la ranchería Sorichike puede anotarse de manera indistinta como Sorichique.
O bien, la presencia de una “r” denominada como consonante líquida, por ejemplo, ha hecho que encontremos escrita la palabra rarámuri en combinación con ralámuli. En cualquier caso, los rarámuri constituyen un grupo étnico de presencia notable en esta región.
Imagen: Patrón de asentamiento disperso, en ranchos y rancherías. Chihuahua. Foto: Carlos Hernández Dávila.
Blanca María Cárdenas Carrión. Etnóloga por la ENAH y candidata a doctora en filosofía de la ciencia (comunicación de la ciencia) por la UNAM. Líneas de investigación en museología crítica, historia de la antropología, cultura y alimentación, y culturas de la Sierra Tarahumara. Jefa de la licenciatura en etnología en la ENAH.
Cárdenas Carrión, Blanca María, “La cultura rarámuri y su territorio”, Arqueología Mexicana, núm. 175, pp. 26-32.