In memoriam Jaime Torres Trejo (1958-2022)
Primera instantánea
“El que busca encuentra” versa con sabiduría el viejo refrán español. Y en ese preciso tenor, Manuel Gamio (1883-1960) no sólo buscó el huei teocalli o Templo Mayor, sino que lo encontró con escasos esfuerzos porque sabía bien dónde debía hincar el pico y la pala. Sin proponérselo, dio con la ansiada clave cuando viajó a Londres en mayo de 1912 para participar en el XVIII Congreso Internacional de Americanistas.
Actuó entonces en calidad de delegado, en representación de la Inspección General de Monumentos Arqueológicos de la República Mexicana, así como de ponente, al dar a conocer ante el pleno sus revolucionarias excavaciones estratigráficas en Azcapotzalco. Pero también se dio una rara coincidencia: tuvo la oportunidad de escuchar la presentación del reconocido mayista Alfred P. Maudslay (1850-1931), quien expuso una clarividente hipótesis acerca del emplazamiento del Templo Mayor.
Su idea –sustentada en información de las crónicas del siglo XVI y de las primeras actas del Cabildo de la capital novohispana– era bastante simple: el templo doble dedicado a Huitzilopochtli y Tláloc había sido erigido exactamente en el cruce de los dos ejes principales de la isla, es decir, en la intersección de la prolongación de las calzadas de Iztapalapa (norte-sur) y Tlacopan (este-oeste).
Mismas arterias que, tras la caída de Tenochtitlan y el ordenamiento urbano del “jumétrico” Alonso García Bravo, se transformarían respectivamente en la calle real a Tlatelolco (el cardo máximo) y la calle de los Bergantines (el decumano máximo) de la flamante ciudad colonial. Por consecuencia, según el arqueólogo inglés, los vestigios de la pirámide yacerían bajo la esquina de las entonces rebautizadas calles del Seminario (hoy República de Argentina) y de Santa Teresa (hoy República de Guatemala).
Gamio, además de haberse hecho así de fácil de una copia mental del “mapa del tesoro”, tuvo al poco tiempo un inesperado golpe de suerte. En 1913, ya de regreso a la ciudad de México, se enteró de que en septiembre comenzaría la demolición de un arruinado inmueble de la testamentaria del abogado Rafael Dondé Preciat, el cual providencialmente se localizaba en el número 2 de Seminario, justo en el ángulo sureste del cruce con la segunda de Santa Teresa.
Gracias al meticuloso seguimiento catastral de la historiadora Gabriela Sánchez Reyes, sabemos que dicho ángulo había sido en retrospectiva propiedad del ministro porfiriano José Yves de Limantour (hacia 1905), el abogado José Ramón Pacheco (quien lo adquirió en 1861), el comerciante Baltasar de Casanueva (en 1807), la condesa de Peñalva (en 1642), el minero Agustín Zavala (en 1618) y el conquistador Hernando Alonzo Herrero (en 1524), y que a principios del siglo XX sus más distinguidos ocupantes eran el ingeniero Roberto y el médico Ignacio Gayol, así como la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo (ésta en las accesorias C y D de Santa Teresa núm. 1).
Imagen: Las excavaciones de Manuel Gamio en el Templo Mayor de Tenochtitlan en 1914- 1916. Fotografía tomada por el antropólogo estadounidense Herbert J. Spinden. Foto: Cortesía del Haffenreffer Museum Of Anthropology, Brown University.
Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre y director del Proyecto Templo Mayor del INAH. Miembro de El Colegio Nacional.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
López Luján, Leonardo, “La zona arqueológica del templo mayor (1913-1933)”, Arqueología Mexicana, núm. 178, pp. 24-33.