El uso de plumas rojas era común. Se les utilizaba para ser parte –ya sea como complemento o como elemento principal– de atavíos, tocados y objetos suntuarios y rituales. Es de hacer notar que su uso estaba claramente delimitado a prendas utilizadas por la nobleza, los guerreros y los dioses y por los participantes en ciertas fiestas, en especial en las dedicadas al Sol.
Entre las plumas de tonos rojizos que se ocupaban destacan las de dos especies: las de la guacamaya roja y las de la espátula rosada. Las de la guacamaya eran obtenidas por los mexicas mediante tributos que se recibían de provincias como el Xoconusco y la Huasteca. Debido al alto valor que tenían las plumas con tonos vibrantes, en la elaboración de algunos objetos se solían teñir algunas de menor colorido con tintes como la cochinilla.
El escudo con la representación de un coyote, patrono de los amantecas, es uno de los mejores ejemplos de plumaria que se conservan y está hecho principalmente con plumas rojas de guacamaya escarlata y espátula rosada.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique, “Grana cochinilla”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 80, pp. 38-45.