Diana Magaloni Kerpel
La pintura mural es una de las expresiones artísticas que mayores desafíos presenta a sus creadores. Es el resultado de la armónica integración de dos técnicas y dos lenguajes plásticos: el pictórico y el arquitectónico, de manera que el espacio se convierte en el mundo de la representación. A pesar de las diferencias entre los 23 sitios que se mencionan aquí, podemos decir que en realidad todos forman parte de una misma tradición maya de pintura mural.
Una pintura mural se compone de tres elementos principales: el muro, el soporte o revestimiento (hecho con alguna pasta cementante que al secar forma una superficie homogénea), y la capa o capas pictóricas (películas permanentes de color compuestas de pigmentos y aglutinante). Los constructores y artistas mayas edificaron estructuras con piedras calizas. Posteriormente revistieron los muros con una pasta de cal y arenas blancas, y luego pintaron con pigmentos variados y un aglutinante muy particular que les permitió una gran libertad plástica.
La cal maya
La pasta de cal con que se hicieron los soportes de la pintura mural maya constituye uno de los logros tecnológicos más importantes y característicos de esta civilización. Además de ser estéticamente adecuada, ha resistido en buenas condiciones el clima extremo de la selva y sabana tropicales. Esto se observa en la técnica constructiva con piedras calizas, en sitios como Uxmal, Yucatán, y en las pinturas murales de Bonampak, Chiapas, en las que se aplicaron sobre un recubrimiento de cal que cubre enteramente muros y bóveda.
Para reconstruir la técnica de fabricación de soportes de cal se utilizan fotografías tomadas en el microscopio electrónico de barrido (MEB), amplificación 250X, como la que muestra el enlucido de Chacmultún, Yucatán. Podemos observar la conformación del conglomerado de cal en tres materiales: las pequeñas partículas romboidales, que fueron identificadas como arenas calcíticas desascab, la matriz de cal, y una sustancia orgánica que aparece en color negro y que impregna la cal. A partir de la información proveniente de fuentes del siglo XVI, trabajos de etnohistoria y nuestros estudios en el laboratorio, podemos suponer que los técnicos mayas preparaban la mezcla de cal viva y arenas calcíticas (sascab) en seco, lo que permitía una mejor distribución de los sólidos inertes en la mezcla. La palabra sascab hace referencia en maya yucateco a este fenómeno: “tierra con que se fabrica la cal”. Posteriormente, el polvo de cal y sascab era mezclado con agua en la que ya se había remojado corteza de árbol.
Edwin Littmann (1960, p. 223) señala que los mucílagos extraídos de la corteza de chucum (Pithecolobium albicans), chacté (Caesalpina platylba), chacah (Bursera simaruba) y jabín o habín (Pescidia communis) eran utilizados en Yucatán en los años sesenta del siglo XX, para ser mezclados con la cal y mejorar sus propiedades de plasticidad y fraguado. El autor realizó experimentos con las sustancias gomosas y concluyó que solamente el chucum tiene resultados positivos al trabajar con la cal. Piero Baglioni y otros actores han comprobado que esta goma se activa al contacto con el líquido altamente alcalino de la cal y posibilita una cristalización ordenada y en escala de nano-cristales, lo que resulta en un cementante altamente plástico con buenas propiedades de fraguado y muy resistente.
Magaloni Kerpel, Diana, “Los colores de la selva. Procedimientos, materiales y colores en la pintura mural maya”, Arqueología Mexicana núm. 93, pp. 46-50.
• Diana Magaloni Kerpel. Investigadora del iie, unam, desde 1991. Profesora del posgrado en historia del arte en la FFYL, UNAM. Licenciada en restauración de bienes muebles por la ENCRYM, y maestra y doctora en historia del arte por la UNAM y la Yale University. Sus publicaciones abordan el tema de los materiales y su significado en el arte mesoamericano, así como en el arte indígena en el siglo XVI.
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