Los colores de los murales teotihuacanos

Por: Diana Magaloni

Los artistas teotihuacanos habitaron una región rica en minerales, factor que supieron aprovechar al máximo. Desde los más tempranos murales, notamos que se maneja la combinación de diversos pigmentos para obtener gradaciones particulares de un color. En el periodo inicial, por ejemplo, los murales presentan tres matices de color verde, además de rojo, ocre y negro. Un verde fresco, hecho con malaquita pura; otro similar al tono oliva, que llamamos verde seco, en el que combinan malaquita (verde) y óxidos de fierro (rojo, ocre y café); y, por último, un tono oscuro verde-azulado, en el que añaden azurita (azul) a la mezcla. Las tres tonalidades parecen estar representando las cualidades de sequedad y humedad de los fenómenos naturales, como los vegetales y la lluvia. Posteriormente, cuando el fondo de la pintura mural se comienza a pintar sistemáticamente de rojo oscuro (hematita), hacia el 300 d.C., se da inicio a un manejo interesante del color, dedicado con probabilidad a la representación de sucesos nocturnos. Nos referimos a los murales con gradaciones de rojo, donde las figuras poseen el mismo color del fondo, lográndose distinguir los perímetros y algunos otros detalles importantes gracias a tonalidades más oscuras -hechas al aplicar un estrato delgado de negro sobre el tono rojo de base- o más claras -al mezclar el rojo con ocre y blanco en proporciones variadas, produciendo un rosa medio y un claro. De esta manera, las composiciones en rojo simulan ausencia de luz, puesto que el ojo humano capta solamente intensidades de luminosidad y no ve colores. En los murales policromos se emplea una gama abundante de tonos, ya que casi todos los colores se presentan en sus gradaciones oscuras y claras.

La identificación de pigmentos por medio de difractometría de rayos X -hecha por la ingeniera química Leticia Baños, del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM-, muestra que los colores son básicamente de origen mineral, como puede apreciarse en el cuadro de abajo. El azul marino es la única excepción; éste se fabrica al fijar un tinte orgánico no identificado sobre un sustrato inorgánico, al parecer sulfato de calcio, hecho que podría indicar que en Teotihuacan se practicaba una técnica similar a la del conocido azul maya, pero con otros materiales.

Diana Magaloni, “Técnicas de la pintura mural en Mesoamérica”, Arqueología Mexicana, núm. 16, pp. 16-23.

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Diana Magaloni. Restauradora de la Escuela Nacional de Restauración, Conservación y Museografía del INAH. Investigadora del IIE del INAH.