Los insectos son consumidos en todo el mundo por muchos grupos étnicos y forman parte de sus tradiciones y de sus hábitos alimenticios. La mayoría de las especies se comen en estado inmaduro, aunque en algunos casos la ingestión incluye todos los niveles de desarrollo.
En México las especies aprovechadas han sido numerosas, y ello ha tenido mucho que ver con la diversidad de ecosistemas en que esas especies se asientan. Generalmente la ingestión de insectos está asociada a aquellas especies cuyas poblaciones son elevadas, que se encuentran en gran número, cuya localización y recolección son simples y cuya presencia, aunque intermitente, es constante. Por ello, los que más se consumen son aquellos insectos denominados sociales (abejas, avispas, hormigas y termitas); los que presentan algún tipo de gregarismo (mariposa monarca, chapulines y chinches); algunas especies de insectos acuáticos, o los que se encuentran en sitios de agregación; aquellos que se desarrollan en conjunto porque los padres ahí dejaron los huevecillos (gusano de los palos, gusano del nopal, gusano del maguey, los pescaditos), o incluso aquellas especies que constituyen plagas (gusanos de maíz, chapulines).
La disponibilidad de los insectos comestibles depende de la estación del año, del lugar de que se trate y de la gente que ahí habite. Hay una economía de la energía en su búsqueda, y aquellos factores se correlacionan con otros ciclos naturales como son las fases de la Luna, la floración de una determinada especie o la migración de algún animal, etc.
El gusto es, sin duda, el principal factor que determina la elección de los insectos comestibles pero, desde luego, éste es diferente entre los habitantes de las áreas rurales y los de las ciudades; además, de uno u otro modo la gente sabe cómo incrementar su palatabilidad. Aun así, la ingesta diaria no es suficiente para suplir las necesidades.
Existe también una desigualdad en la ingesta proteínico-calórica entre las diferentes familias de un lugar, y aun dentro de una misma familia, lo que depende del número de personas que la integran, de las edades y de la actividad de cada uno de los miembros. Son importantes también el estatus social de los diferentes alimentos, así como los hábitos y las tradiciones de la localidad.
Hasta ahora hemos registrado 531 especies de insectos comestibles tan sólo para México, y 3 169 especies para todo el mundo, pertenecientes a diferentes grupos, entre ellos: chapulines, libélulas, moscas de mayo, chinches acuáticas y terrestres, cigarras, periquitos, escarabajos acuáticos y terrestres, mariposas diurnas y nocturnas, tricópteros, moscas, moscos, abejas, hormigas, avispas y termitas, los cuales son, en su mayoría, ingeridos en estado inmaduro. Esto es importante, ya que los insectos constituyen un recurso natural renovable que incluso se puede cultivar en desechos o esquilmos, tanto de origen vegetal como animal.
Podemos decir que los insectos desempeñan una función importante, tanto cualitativa como cuantitativamente, en la nutrición de grupos culturales. Muchos insectos comestibles son preservados, almacenados y comercializados, y de esa manera la gente puede tener alimento durante los tiempos de escasez. Además, es interesante señalar que en todo el mundo existen temporadas y métodos semejantes de explotación, así como de colecta, consumo, preservación y mercadeo.
Tomado de Ramos-Elorduy, 1999
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique (editor), “Los insectos comestibles”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 86, pp. 10-14.