Thomas A. Lee Whiting
Hace aproximadamente 2 000 años Chiapas mantuvo con los olmecas del istmo de Tehuantepec relaciones, tan variadas como extensas, de tipo genético, económico, político y religioso. Entre los ejemplos que confirman esto se encuentran la escultura chiapaneca de estilo olmeca y los productos naturales procedentes del área de Chiapas –ilmenita, magnetita, ámbar– que se exportaban a la zona olmeca.
Para quienes creemos que la tradición cultural básica de Mesoamérica debió originarse en alguna parte de esta área y que fueron precisamente los habitantes del sur de Veracruz y el norte de Tabasco –área que tradicionalmente ha sido ocupada por la familia lingüística zoque-mixe– los protagonistas principales de la cultura olmeca, no resulta extraño que un área contigua como Chiapas tuviera múltiples y distintas interrelaciones con esa importante sociedad, que se desarrolló hace más de 2 000 años. En efecto, las relaciones entre el istmo de Tehuantepec y Chiapas en esa época fueron tan variadas como extensas, incluidas las genéticas, las económicas, las políticas y las religiosas.
Relaciones genéticas
Para poder hablar del comienzo de las relaciones entre Veracruz-Tabasco y Chiapas hay que remontarse a un periodo anterior a la aparición de los olmecas. Así tendremos una mejor visión sobre la verdadera relación genética cultural entre ambas áreas. La relación genética no debe entenderse de manera biológica; a lo que quiero referirme es a una relación profunda, fundamental, relacionada con la tradición mokaya que apareció en la costa del Pacífico de Chiapas hacia 1800 a.C.
Los mokaya, “gente de maíz” en lengua mixe, fueron el primer grupo posterior al periodo Arcaico, caracterizado por la presencia de grupos nómadas, cazadores, pescadores y recolectores que derivaron en pueblos sedentarios. Esto significó el establecimiento de pequeños pueblos que ocupaban durante todo el año la orilla de los esteros; sus habitantes eran agricultores incipientes y practicaban la alfarería y la escultura en barro. En el periodo Arcaico los habitantes eran nómadas porque no tenían más que los recursos del bosque, el agua y los llanos para sobrevivir. Pasaban todo el día cazando y recolectando su comida y no tenían tiempo para desarrollar otros aspectos de su cultura.
Hace sólo 20 años decíamos que la transición de la vida nómada a la sedentaria era el resultado del comienzo de la agricultura. Ahora, después de igual número de años de investigación, se sabe que los mokaya se asentaron a lo largo de los esteros del Soconusco para aprovechar los grandes recursos animales de ese hábitat. Las excavaciones en los basureros de las casas-habitación mokaya muestran que los pobladores tenían una dieta fuerte en proteína y que consumían todo clase de peces, reptiles, aves, almejas, camarones, aves acuáticas, mamíferos chicos y grandes, provenientes tanto del estero como de tierra firme. En esos basureros se ha encontrado maíz y frijol, aunque en pocas cantidades, sin ninguno de los artefactos de moler, como el metate. La sociedad mokaya no era de agricultores consumados; eran cazadores, pescadores y recolectores, en un medio tan sobrepoblado de especies animales, que no tenían que cambiar frecuentemente de residencia, como lo hacían los nómadas del Arcaico, para sobrevivir.
Lee Whiting, Thomas A., “Los olmecas en Chiapas”, Arqueología Mexicana núm. 87, pp. 66-70.
• Thomas A. Lee Whiting. Maestro en humanidades. Maestro e investigador en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica y en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Miembro del SNI.
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