Los presagios sobre la conquista entre cazcanes, purhépechas y nahuas

Manuel A. Hermann Lejarazu

Las premoniciones o advertencias sobre algún suceso que está próximo a ocurrir pueden manifestarse de diferentes maneras. La ocurrencia de fenómenos naturales sin causa aparente o la aparición de signos misteriosos en el cielo o la tierra son eventos que están estrechamente vinculados a malos presagios, pues anuncian la llegada de un desastre inminente. No obstante, también los dioses, sus emisarios, o entidades sagradas que tienen un carácter visionario, intervienen con sus vaticinios para prevenir a la población de un futuro inevitable. En otras ocasiones, son los señores y gobernantes quienes reciben el mensaje de los antepasados o, incluso, directamente de las deidades.

Éste es el caso de dos breves historias que han quedado registradas en las famosas Relaciones geográficas del siglo XVI. Las Relaciones son valiosos documentos de tipo etnohistórico que originalmente formaron parte de un largo cuestionario enviado por el rey Felipe II con el objetivo de conocer mejor la cualidad, climas, población y potencialidades económicas de sus poblaciones de ultramar. Pero más allá de eso, en las Relaciones encontramos datos históricos, antropológicos y lingüísticos que muchas otras fuentes de corte misionero o secular no llegaron a rescatar.

Un ejemplo muy interesante se encuentra en la Relación geográfica del pueblo de Ameca, lugar habitado por grupos cazcanes localizados al oeste de la Antigua Audiencia y hoy ciudad de Guadalajara, en la que se relata la llegada del hijo del Sol, quien iba a conquistar esa tierra poblada por hablantes de una variante dialectal del náhuatl, a veces llamados en otras fuentes “caxcanes”. En la Relación se dice:

 Y, el primer conquistador y descubridor que a este pueblo vino, fue un español llamado Juan de Añesta, el cual dicen que era mancebo de treinta años, y bajó por unas serranías altas que están a tres leguas deste dicho pueblo a la parte del sur, por un despoblado, a pie y descalzo: con su sola espada en la mano, llegó a un barrio cerca deste pueblo, a una casa de un tequitlato, que quiere decir ‘mandón’, el cual fue corriendo a decirlo al señor que entonces gobernaba, llamado Huitzil, que en nuestra lengua castellana quiere decir ‘jilguero’ (sic). Y el dicho señor hizo llamar a todos los valientes y, juntos, les dijo la venida de aquel español por cosa de mucha admiración, que no habían visto otro ni sabían de la venida de los demás españoles, y entre ellos se dijo que aquél debía ser hijo del Sol por quien sus antepasados habían pronosticado que los había de venir a conquistar, y a quien todos habían de estar sujetos y pagarle tributo (Acuña, 1988, p. 29).

El señor o gobernante de los cazcanes de Ameca, quien les transmitió a los demás guerreros la extraña noticia del conquistador español, era descendiente directo de Xoxouhqui Tecuani, un fundador del linaje cazcán y caracterizado como héroe conquistador que había llegado de las costas del mar. Pero lo curioso es que en vez de enfrentar al español invasor, el señor Huitzil mandó traerlo ante su presencia cargado en una hamaca de manta en donde le recibieron de paz (idem).

La Relación geográfica no ofrece más detalles sobre el presagio del hijo del Sol porque el interés del relato es señalar que los cazcanes recibieron pacíficamente a Juan de Añesta. No obstante, su identidad como conquistador no está bien documentada en las fuentes históricas, lo que ha llevado a pensar a René Acuña que pudiera tratarse de algún náufrago o que quizá fuera miembro de alguna expedición fallida (Acuña, 1988, p. 29, nota 10).

Desde luego, la historia del conquistador “solitario” es un tanto extraña, lo que nos hace pensar que pudiera tratarse de un relato muy posterior a la conquista de la región de Jalisco, con el fin de demostrar que la población desde época muy temprana ya era tributaria del rey de España. Otro relato singular aparece en la Relación geográfica de Tamazula, pueblo habitado por grupos purhépechas y nahuas que estuvo sujeto al cazonzi de Michoacán, así como sus vecinos Tuxpan y Zapotlán, al sur del actual estado de Jalisco y al noreste de Colima. Ahí en Tamazula existía una interesante variante de la religión nahua del centro de México en la que los sacerdotes recibían advertencias de entidades sagradas ocultas a los propios hombres religiosos:

…y que tenían por dios al cielo, al que llamaban Xihuitl Cozahuic que quiere decir en lengua castellana “verde y amarillo” y que entendían que había nueve cielos y que allá Los presagios sobre la conquista entre cazcanes, purhépechas y nahuas Manuel A. Hermann Lejarazu estaba una cihuapile que quiere decir en lengua catellana “señora” a la que llamaban Ehuacueye, que quiere decir “señora que tiene faldellín de cuero” y que la tenían por madre. Y que ayunaban cuarenta días los principales que tenían como a manera de sacerdotes, después de los cuales iban a los cerros comarcanos y se sacaban sangre de la lengua y orejas y lo sacrificaban, y, allí, oían una voz de persona que les decía que se esforzasen, que ya verían unas gentes que traían la cabeza de hierro y caballos, y que, en viniendo, se iría él y no le verían más, y que sería otro mundo. Y sacrificaban, a do oían la voz, algunos muchachos, y les sacaban el corazón y los ofrecían a la voz y los cuerpos los dejaban enterrados (Acuña, 1987, p. 398).

 

Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el CIESAS-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

 

Hermann Lejarazu, Manuel A., “Los presagios sobre la conquista entre cazcanes, purhépechas y nahuas”, Arqueología Mexicana, núm. 155, pp. 88-89.

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