Máscaras, escudos y tablas con mosaicos de turquesa en Oaxaca y Puebla

Davide Domenici

En algunas cuevas de la Mixteca entre Oaxaca y Puebla se encontraron excepcionales objetos incrustados con mosaicos de turquesa con escenas complejas. Su iconografía sugiere que se trata de representaciones de ñuhus, seres subterráneos que de acuerdo con la mitología mixteca fueron vencidos en una guerra primordial, y se convirtieron en dueños de la tierra, a quienes se les pedían lluvias y cosechas abundantes. Las máscaras y los escudos parecen haber sido parte de bultos sagrados, guardados en cuevas donde se les rendía culto como materializaciones de los ñuhus.

 

Si algunos de los más conocidos objetos mesoamericanos con mosaico de turquesa fueron enviados a Europa en las postrimerías de la conquista española –como los que hoy se conservan en museos de Londres, Roma, Copenhague y Gotha–, otros quedaron escondidos en cuevas, donde han sido descubiertos por arqueólogos y –lamentablemente– saqueadores. Datos arqueológicos y etnohistóricos sugieren que las cuevas de la Mixteca fueron utilizadas para múltiples fines, como el entierro de difuntos y la deposición de ofrendas. Si bien los mosaico de turquesa procedentes del área cultural mixteca y mixteco-poblana son muy diversos, varios de ellos comparten rasgos iconográficos que parecen referirse a un mismo relato mítico conocido como “guerra del cielo”, cuyos protagonistas fueron los ñuhus, entidades no-humanas que controlaban la lluvia y la fertilidad de la tierra y a quienes se entregaban ofrendas en los recintos subterráneos.

 

El mosaico de la Cueva Cheve y la “guerra del cielo”

En 1991, al interior de la primera sala de la Cueva Cheve, en la Cañada de Cuicatlán, Oaxaca, se encontraron dos mosaicos de turquesa sobre tablas de madera, junto con entierros secundarios y otros materiales del Posclásico Tardío. Uno de los mosaicos representa un escudo sobre cuatro dardos, mientras que en el otro se observa una compleja escena de batalla: varios individuos pelean cerca de un templo, un juego de pelota y un cerro del cual brota maíz, quizás topónimos asociados a numerales y glifos calendáricos; una figura baja de una franja celeste en la parte superior de la imagen.

Si bien los detalles de la escena, preservada de manera incompleta, son sumamente difíciles de interpretar, es claro que en la escena se ve un grupo de guerreros vencedores, de mayores dimensiones y con tocados zoomorfos, y un grupo de guerreros vencidos, cuyos rostros se caracterizan por estar decorados con bandas diagonales. Tanto este detalle como la presencia de la figura descendente sugieren que el mosaico de la Cueva Cheve representa un episodio de un relato mitohistórico registrado en códices mixtecos como el Códice Nuttall y el Códice Bodley; Alfonso Caso lo llamó “guerra del cielo”, mientras que en estudios recientes se le ha llamado, más apropiadamente, “guerra con la tierra”, “guerra con la lluvia”. El sentido del mito es aclarado por el dominico Antonio de los Reyes, quien en su Arte de la lengua mixteca (1593) afirma que los mixtecos de Apoala relataban haber ganado la tierra a sus anteriores pobladores, cuyo nombre mixteco, ñuhu, tiene un significado que abarca tanto los conceptos de “espíritu” y “dios” como los de “fuego” y “tierra”. En las imágenes de los códices y en el mosaico de la Cueva Cheve, la identidad ctónica (ctónico: relacionado con la tierra; subterráneo, profundo) de estos seres se confirma por las bandas diagonales y las volutas que decoran sus cuerpos, signos que también aparecen en topónimos en forma de cerro para indicar que se componen de tierra y piedra; los grandes colmillos que a veces salen de la boca de los ñuhus son rasgos que ellos comparten con Ñuhu Dzahui, el dios de la lluvia mixteco cuya relación con los ñuhus se asemeja a la que los nahuas establecían entre Tláloc y los tlaloques. Juntos con los ñuhus, en la “guerra del cielo” pelean otros seres que bajan del cielo, aparentemente asociados a las nubes y a la lluvia, cuyos cuerpos rayados de líneas rojas los caracterizan como guerreros vencidos.

Al combinar información etnohistórica y etnográfica, sabemos que la “guerra del cielo” funcionaba como esquema mitohistórico que legitimaba la posesión de la tierra por parte de los señores mixtecos, gracias a su victoria sobre los ñuhus ; sin embargo, estos seres ctónicos se retiraron al interior de la tierra, desde donde, en su papel de dueños originarios, siguen controlando la lluvia y la fertilidad. La “guerra del cielo”, que a menudo corresponde con la primera salida del Sol, estableció así un pacto de reciprocidad entre hombres y ñuhus , por medio de un intercambio de ofrendas, lluvia y productos de la tierra fértil.

 

La máscara de la Cueva de Ejutla

Junto con el mosaico de la Cueva Cheve se encontró un fragmento de máscara con mosaico muy parecida a la hallada en otra cueva de la Cañada, la Cueva de Ejutla, Oaxaca, en un contexto arqueológico, lamentablemente saqueado, y con restos de alimentos, textiles, petates, artefactos de fibras, un asta de flecha, una orejera bicónica y un fragmento de máscara de mosaico que representa una cara con bandas oblicuas en las mejillas y unos círculos negros en las sienes; la boca muestra evidencias de haber tenido colmillos, hoy desaparecidos, lo que sugiere que se trataba de la representación de un ñuhu.

Si bien la Cueva de Ejutla se ha interpretado como recinto funerario, se encontraron muy pocos restos humanos: los de un niño pequeño. Por otro lado, objetos como palos para encender el fuego y algunas cuentas de piedra verde, individualmente ensartadas en anillos de fibras vegetales, parecen corresponder a objetos que en la antigua Mesoamérica se encontraban dentro de bultos o paquetes rituales. Se puede entonces suponer que la Cueva de Ejutla contenía por lo menos un bulto ritual sobre el cual estaba atada la máscara de un ñuhu ; la hipótesis parece confirmarse por el hallazgo de unos fragmentos de papel amate con gotas de hule, parecidos a los que en varios códices mixtecos se observan atados al cuello de los ñuhus  y que en el mundo nahua también se asociaban a imágenes de tlaloques . De hecho, la existencia de bultos de ñuhus  en la antigua Mixteca está confirmada por imágenes en códices en las que sobre dichos bultos están atados máscaras, flechas y escudos.

 

Davide Domenici. Investigador en el Departamento de Historia y Culturas de la Universidad de Bolonia, Italia. Ha sido director del Proyecto Arqueológico Río La Venta, Chiapas, y dirige un proyecto en Cahokia, Illinois, Estados Unidos. Se especializa en el análisis de prácticas rituales en cuevas, así como en el estudio de la historia y materialidad de códices y objetos mesoamericanos en Europa.

 

Domenici, Davide, “Máscaras, escudos y tablas con mosaicos de turquesa en Oaxaca y Puebla”, Arqueología Mexicana núm. 141, pp. 45-49.

 

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