Aquí, como había ocurrido en la Europa de los primeros tiempos cristianos, el demonio se formó de las cenizas de los dioses de la gentilidad, amasado con las singularidades de Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Mictlantecuhtli y muchos otros. Es por eso que los primeros cronistas asociarán los númenes de la tierra con los dioses, semidioses, náyades, nereidas y ninfas del panteón de la Grecia antigua. En la visión de fray Bernardino de Sahagún, por ejemplo, Xilonen es “otra Ceres”, Tecatzóncatl es "otro Bacco", las cihuapipiltín aparecen como ninfas perjudiciales a la salud de los niños y Tlazoltéotl como la diosa protectora de las brujas. Los númenes del aire, del fuego, de la tierra, del aire, serán otros demonios menores que tendrán los atributos de los elementos - como los ye?yekameh o “aires" del Morelos actual- , y serán ampliamente explicados en las teorizaciones diabológicas del jesuita español Martín del Río, quien en sus Disquisiciones mágicas (Disquititionum magicarum, publicado en Venecia en 1616) clasificará muy claramente a los demonios, en relación con los elementos: los ígneos asociados al fuego, que permanecen en las alturas y ajenos a los hombres, los de cualidad aérea ("éstos pueden descender", dice, "y formándose de cuerpos del aire más pesado aparecen alguna vez a los hombres"). Hay también los terrestres, que como los chaneques mesoamericanos, "viven en los bosques y las selvas y tienden trampas a los cazadores. otros, en pleno campo, hacen que se extravíen los viajeros, el resto, menos furioso, se contenta con habitar oscuramente entre los hombres". En la visión de Del Río, el cuarto orden sería el de los demonios acuáticos, de naturaleza fría y femenina, como los nuestros, pues "viven alrededor de lagos y ríos, llenos de cólera, enturbiados, sin reposo. Levantan tempestades sobre el mar, sumergen las embarcaciones haciendo perder a varios hombres la vida entre las aguas" ... Según él, el quinto género se equipara a lo que En Mesoamérica serían los Dueños del Monte, o los señores del inframundo, pues:
...se les llama subterráneos porque viven en grutas y cavernas y en las más lejanas concavidades montañosas [...] son guardianes de tesoros que la malicia de los hombres ha escondido dentro de la tierra, y por miedo que vuelvan de nuevo al uso de los hombres, los guardan, los ocultan y con frecuencia los cambian de un lugar a otro. Finalmente el sexto y ultimo género es el de aquellos que se llaman Lucífugos, porque huyen del día, y sólo pueden perder y formar su cuerpo en la noche.
Tomado de Antonio García de León, “El Diablo entre nosotros o el ángel de los sentidos”, Arqueología Mexicana núm. 69, pp. 54-61.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
http://raices.com.mx/tienda/revistas-magia-y-adivinacion-AM069