Ofrendas y calaveras. Celebración de los días de Muertos en el México actual

Lilian Scheffler

 

El culto a los muertos ha existido en todas las culturas, pues el hombre siempre ha realizado ceremonias en su honor, las cuales son tan antiguas como la humanidad misma. En diferentes pueblos y épocas se ha tenido la creencia de que , al morir, el alma deja el cuerpo para dirigirse a un lugar destinado a tal fin.

Por lo regular, se asevera que el mexicano concibe a la muerte como algo familiar, pues abe que:

Es una ley tirana

Y no hay quien la haga variar,

que toda la raza humana

al panteón ha de ir a dar.

Los antecedentes de la fiesta de difuntos actual y del concepto de la muerte entre los habitantes del país pueden encontrarse tanto en las creencias prehispánicas, como en las ideas traídas por los conquistadores y frailes evangelizadores a raíz de la Conquista.

Los nahuas tenían una clara concepción de la transitoriedad de la vida y creían que, según la forma en que se moría, se iba a l Tlalocan, a acompañar al Sol en su recorrido, o al Mictlan, y las almas de los bebés al Xichatlapan o Chichihualcuauhco, representado por un árbol nodriza. En diferentes fechas, se dedicaban a los muertos festividades con ofrendas y cantos.

La destrucción de la civilización indígena se justificó como una misión para omplantar la verdadera fe. El culto a la muerte se eliminó casi por completo, pero el culto a los muertos, a los antepasados, persistió con la fusión de ideas prehispánicas y costumbres españolas.

Algunos investigadores hispánicos señalan que en la península ibérica, durante el siglo XVI, se hacía una visita anual al cementerio y se colocaban pan, vino y flores en las sepulturas. En la celebración de Todos Santos se preparaba una comida en recuerdo de los muertos. En Salamanca y León se repartía “pan de muerto” entre los pobres, y en Segovia, el día de  los Fieles Difuntos, se les daba “pan de ánimas”.

La creencia de que las almas volvían a la Tierra existió también en algunos pueblos de España: el día de su llegada, las personas no se acostaban para que las almas pudieran descansar en sus camas. Otros elementos que aún perduran son las velas y las lámparas de aceite para guiarlas, y el recipiente con agua para calmar su sed.

Con el cristianismo se difundió la idea de que, según la conducta observada en vida, a los muertos les esperaba el cielo, el infierno, el purgatorio o el limbo. Estas creencias se sincretizaron, en mayor o menor medida, con las de los grupos indígenas y mestizos, lo que dio lugar a las festividades que, con algunas modificaciones, han llegado a la época actual.

 

Días de Muertos en la actualidad

Las celebraciones se realizan los días 31 de octubre y 1º y 2 de noviembre, señalados por la Iglesia católica para honrar la memoria de Todos Santos y de los Fieles Difuntos. En las zonas indígenas y rurales uno de los rasgos más importantes de estas fiestas es la ofrenda, basada en la creencia de que los muertos regresan para disfrutar de la esencia y el aroma de lo que sus parientes les ofrecen.

Se dice que las almas llegan en orden. Quienes mueren el mes anterior a Todos Santos no reciben ofrenda pues carecen de tiempo para obtener permiso y acudir a la celebración, y los que fallecen el día de la fiesta fungen como ayudantes de los demás. El 28 de octubre se dedica a los muertos por violencia, asesinados o accidentaos y, cuando se conoce el sitio del percance, se llevan ahí flores de muerto y velas e igualmente, se enciende una veladora para el Ánima Sola. E 30 de octubre se ofrendan flores blancas y una veladora a los niños que murieron sin ser bautizados, quienes son llamados “limbos” o “limbitos”.

El 31 de octubre se pone la ofrenda de los “chiquitos” o “angelitos”, que consta de flores blancas, juguetes, panecitos, veladoras y platos con dulces. Al medio día las campanas de la iglesia repican para indicar su llegada, se prende copal en un incensario rosa o azul y se reza una oración. El 1º de noviembre, a la misma hora, las campanas comienzan a doblar para dar la bienvenida a los “grandes”.

 

Lilian Scheffler. Licenciada en psicología por la UNAM y maestra en antropología, con especialidad en etnología, por la ENAH. Durante 25 años fue investigadora en la Dirección General de Culturas Populares y actualmente colabora en Panorama Editorial, donde ha publicado varios libros.

 

Scheffler, Lilian, “Ofrendas  y calaveras. Celebración de los días de Muertos en el México actual”, Arqueología Mexicana núm. 40, pp. 58-61.

 

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