Samuel Villela Flores, Elizabeth Jiménez García
Entre los pueblos indígenas del estado de Guerrero se encuentra la práctica de ceremonias en las que se recurre tanto a objetos modernos como de origen prehispánico, a los que se rinde culto y son imprescindibles en los rituales. Dichos artículos son guardados celosamente por las comunidades pues forman parte integral de la estructura religiosa y política que cohesiona socialmente a sus pobladores desde tiempos remotos.
Un grupo de esos objetos tiene singular importancia. Son envoltorios o paquetes que contienen, entre otros elementos, pequeñas piezas de manufactura prehispánica, algunas de estilo Mezcala, que desde la época mesoamericana jugaban un papel simbólico fundamental en los ritos propiciatorios de la lluvia y la fertilidad.
Los bultos sagrados tenían una gran importancia en la religiosidad prehispánica: “…eran receptáculos de fuerzas divinas que se concentraban en uno o varios objetos ligados de manera metafórica o metonímica con los dioses” (Olivier, 2010, p. 58). Los mexicas los llamaban tlaquimilolli; los mayas, pisom c’ac’al o chok, y los mixtecos, tnani (Hermann, 2008, pp. 76-77). Podían contener “los símbolos de una deidad tutelar así como la memoria histórica del pueblo” y también se asociaban al culto agrícola: “… las fuentes describen bultos sagrados de deidades vinculadas con el ciclo agrícola como Tláloc, Chicomecóatl, Cintéotl y Chalchiuhtlicue, cuya función era propiciar la llegada de las lluvias y la prosperidad de las milpas” (Olivier, op. cit., pp. 53, 56) (fig. 2 ).
Los envoltorios sagrados eran parte de un conglomerado simbólico en la parafernalia religiosa y parecen haber sido más relevantes que otros elementos. Según fray Andrés de Olmos, cronista del siglo XVI, constituían “la principal devoción de los indios… veneraban más a estos bultos sagrados que a sus estatuas de piedra o de madera” (en ibid., p. 55).
Para lo que hoy es el estado de Guerrero, tenemos referencias de su presencia en la época colonial a través de Hernando Ruiz de Alarcón, quien habla de unos “cestoncillos” donde la gente guardaba a sus ídolos para el culto agrícola: “Algunos tienen estos cestoncillos dentro de caxas, por más custodia y veneracion, especialmente, quando tienen algún ydolillo a quien atribuyen aumentar la hazienda…” (Ruiz de Alarcón, 1988, p. 14).
Es desde la configuración de esta pauta religiosa que se da la continuidad de esta tradición entre los indígenas de la Montaña de Guerrero.
Ofrendas y piezas Mezcala
La Mezcala es una de las principales tradiciones arqueológicas oriundas de lo que hoy es el territorio guerrerense. Piezas de este estilo escultórico fueron encontradas –en número significativo– en el Templo Mayor de México-Tenochtitlan, donde se recuperaron más de cien ofrendas ricas en objetos relacionados con la fertilidad, compuestas por figuras humanas, caracoles marinos e innumerables piezas de piedra, barro y concha, por mencionar las más frecuentes. Las ofrendas se encontraron enterradas bajo sus pisos y plataformas, al interior de sus escalinatas y de sus dos templos (López Luján, 1993, p. 115).
Villela Flores, Samuel, y Elizabeth Jiménez García, “Paquetes sagrados en Guerrero, ayer y hoy”, Arqueología Mexicana núm. 112, pp. 70-75.
• Samuel Villela Flores. Etnólogo. Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH.
• Elizabeth Jiménez García. Arqueóloga. Centro INAH Guerrero.
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