Primeras monedas acuñadas en la Ciudad de México

Ma. de Jesús Sánchez Vázquez y Alberto Mena Cruz

Acuñación de moneda

En febrero de 1538 el rey Carlos prohibió que en las colonias se acuñara oro y cobre; con todo, el 28 de junio de 1542 el virrey decretó la acuñación de la moneda de cobre, la que se hizo con valor de 4 y 2 maravedíes. Al respecto, en la segunda parte del Códice Aubin (Barlow, 1989, p. 269) dice: “11 tochtli, 1542 [as.] Aquí aparecieron las monedas de a cuatro (rea­les) [tomines, ¿maravedíes?] [25-A]”.

Debido a la renuencia de los indígenas para aceptar la moneda, al parecer esta troquelación se suspendió entre 1551 y 1552 y se retiró de la circulación por real cédula en 1556 (Sobrino, 1989, pp. 22-23). Es por ello que son muy escasos los ejemplares que han llegado hasta nuestros días, ya que, al no ser aceptadas por los indígenas, muchas de ellas fueron a parar al fondo del lago de la ciudad de México.

Las monedas

Las primeras monedas se conocen como Carlos y Juana debido a que se acuñaron durante el reinado de doña Juana, hija de Fernando el Católico, y de su hijo Carlos V de Alemania y I de España. En 1542, el virrey Antonio de Mendoza, en un segundo intento por poner en circulación la moneda de cobre en la Nueva España, estipuló características generales para las monedas de 4 y 2 maravedíes. Las que localizamos presentan algunas variantes.

El sitio donde se recuperaron las monedas se ubica en el barrio prehispánico de Atenantitech donde en tiempos de la gentilidad se encontraban algunas casas de nobles tlatelolcas (Caso, 1956, p. 35). A una profundidad de 2.49 a 2.62 m, se localizó un piso hecho con nódulos de tezontle de 0.10 m de diámetro, el cual sólo se presentó en la mitad sur del sondeo. Asociadas a este piso se localizaron, en posición vertical, 25 monedas: 12 de 4 maravadíes, 12 de 2 maravadíes y una de 4 maravadíes del tipo conocido como Santo Domingo (Sobrino, 1989, p. 21).

Se dice que después de la conquista, hacia principios de 1522: “...los grandes de Tlatelolco se presentan ante Cortés... suplicando que permita a los del pueblo bajo regresar a la ciudad, debido a las grandes penalidades y trabajos que pasaban sin lograr establecerse en ningún otro punto” (Valero, 1991, p. 141). Para ello le ofrecen a Cortés el poco oro que les quedaba, y éste acepta “...que se vengan, que vengan a habitar sus casas de Tlatelolco, que en todas sus tierras vengan a establecerse los tlatelolcas” (ibid., p. 142), hecho que quedó consignado en los Anales de Tlatelolco (1980, pp. 74-76). Así, la población indígena se concentró en Tlatelolco, donde les fueron repartidas tierras a algunos de los principales sobrevivientes, los cuales levantaron sus casas sobre las ruinas de construcciones prehispánicas (como pudo constarse en el pozo 74 de la línea B).

Fue en el patio de una de estas primeras casas donde se localizaron las 25 monedas, correspondientes a la primera acuñación de cobre realizada en México entre 1540 y 1542. Para esta primera época pueden identificarse tres momentos: uno muy temprano, en el que el nombre del rey se escribió con K, otro intermedio, en que se escribió con CH y el tardío, con C.

Los dos ejemplos que tienen la misma leyenda en el anverso y el reverso son conocidos como “mulas” y son muy raras (Elsa Lizalde, comunicación personal). Destaca la presencia de una acuñación en el extranjero que, a decir de Sobrino (1989, p. 21), era una moneda que circulaba en la época virreinal y se conocía como del tipo Santo Domingo, “con valor de cuatro maravedíes, acuñadas en Burgos y Sevilla, para uso de la Isla La Española”.

Con los datos disponibles (tanto de la excavación como bibliográficos) podemos suponer que la casa donde se localizaron las monedas pertenecía a un principal indígena que regresó a su barrio, a cuyas manos llegaron las monedas, quien al negarse a usarlas y ante el temor a una sanción si se deshacía de ellas, prefirió guardarlas en su patio.

 

Ma. de Jesús Sánchez Vázquez. Arqueóloga por la ENAH. Investigadora de la Dirección de Salvamento Arqueológico. Ha realizado diversos trabajos de investigación en la Cuenca de México, principalmente sobre el Posclásico.

Alberto Mena Cruz. Arqueólogo por la ENAH. Investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico. Ha realizado diversos trabajos en los proyectos Atlas, Alaquines, S.L.P. (dependiente de la FAIC), Cantona y Cuenca de México.

Sánchez Vázquez, Ma. de Jesús y Alberto Mena Cruz, “Monedas del siglo XVI en la Ciudad de México”, Arqueología Mexicana, núm. 65, pp. 72-75.

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