Descrita como un “códice en barro”, la llamada Vasija de Las Colinas ha sido un referente de información para profundizar en el conocimiento de la cultura teotihuacana y su esfera de influencia hacia otras regiones. Una nueva interpretación sobre el significado de este antiguo recipiente, a partir del método de la hermenéutica profunda de John B. Thompson, es el eje principal de un nuevo libro publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En La Vasija de Las Colinas. Significado, poder y culto a los antepasados en Teotihuacan, el arqueólogo de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), Tomás Villa Córdova, autor de la publicación, explicó que la hermenéutica es una ciencia que brinda la posibilidad de definir criterios, principios y métodos para desarrollar una crítica o interpretación de algo, en particular, sobre textos e imágenes.
Señaló que dicho recipiente prehispánico al tener una inscripción a manera de cuento en movimiento, da la apariencia de ser como un códice, situación que lo llevó a emplear el marco metodológico del sociólogo norteamericano John B. Thompson, basado en un análisis histórico-social de las formas simbólicas, la interpretación y reinterpretación, para poder acceder a su significado.
La vasija se halló durante una temporada de excavación efectuada entre 1934 y 1935, encabezada por el investigador sueco Sigvald Linné, en el paraje denominado Las Colinas, al sur del camino entre Calpulalpan y Zoquipan, Tlaxcala, dentro de los terrenos de la Hacienda de San Antonio Mazapa.
El sitio donde fue localizada tuvo una ocupación general que va de las fases Xolalpan Tardío a Metepec, por lo que su antigüedad se estima del año 600 después de Cristo. Es probable que haya sido hecha en la urbe teotihuacana y fue trasladada a este paraje de Tlaxcala en algún momento.
Se trata de un cajete de base convexa y fondo cóncavo, con cuerpo curvo y convergente y el borde en bisel, tiene motivos en sus exteriores que muestran la representación del dios de las tormentas, al centro, y en sus paredes una procesión de personajes ricamente ataviados acompañados de seres fantásticos, mismos que están rodeados de otros elementos, como gotas de agua y granos de cacao. Mide 7.3 cm de alto y 13.3 cm de diámetro. Actualmente forma parte de la colección del Museo Nacional de Antropología.
Tomás Villa comentó que en los años ochenta, Hasso Von Winning, investigador de la UNAM, determinó que la vasija representaba una procesión de los cuatro grandes señores de Teotihuacan y cada uno de ellos significaba las partes en las que estaba dividida la urbe, de modo que la deidad de las tormentas al estar en el centro era el símbolo de la ciudad.
El primero de los personajes que se observan en la procesión está acompañado de un ave, el segundo de una serpiente emplumada, el tercero de un cánido, y el cuarto porta un tocado especial, llamado por los investigadores como tocado de borlas, pero también, a decir del autor, estos señores aparecen como sembradores que arrojan al suelo elementos que extraen de sus bolsas.
El investigador del INAH refirió que después de revisar los planteamientos que años atrás varios colegas habían hecho sobre la vasija, no quedó plenamente convencido, por lo que inició su investigación bajo el método ya citado, donde contrastó el dato arqueológico con el histórico y etnográfico, y realizó una comparación con otros pueblos que ocupan este tipo de cuencos para fines rituales, caso de los huicholes, mixes y mayas.
El primer punto que llevó al arqueólogo Villa Córdova a divergir de las deducciones hechas respecto al recipiente, fue la ambigüedad de los personajes al portar elementos asociados al sacerdocio junto con otros ligados a la guerra. Explicó que al revisar el atavío de los cuatro sacerdotes, se observan elementos acuáticos que aparecen también en otros murales teotihuacanos como en Techinantitla.
“La vasija no da la información sobre los cuatro sacerdotes del poder en la ciudad de Teotihuacan, más bien relaciona a éstos con un grupo particular que se nutre de lo que parecen ser grupos clánicos asociados a aves de rapiña, serpientes emplumadas y canidos fantásticos, los cuales están formando una especie de jerarquía y caminan en procesión para obtener la calidad de miembros de un grupo que los identifica con el tocado de borlas”, explicó.
Precisó que los cuatro sembradores reflejan pertenecer a la parte media-alta de la sociedad teotihuacana y no exactamente la cúspide de la misma. Su discurso gira en torno a los orígenes míticos del grupo que se presume puede manejar los procesos naturales relacionados con la fertilidad, práctica de la cual se consideran herederos.
“Los iniciados son sembradores de riquezas, son hombres prominentes que pueden venir sólo de esos grupos sociales, tal vez clánicos. No conforman el grupo encumbrado en el poder, ya que sus actividades se refieren solamente al exterior de la sociedad teotihuacana, mostrándose al interior sumisos, diligentes y penitentes”.
Puntualizó que la presencia del dios de las tormentas en el centro, indica que la vasija al entrar en contacto con la superficie del suelo, se conecta con el interior de la tierra y permite, por tanto, que aquello que se va a ingerir de ella se una con los demás niveles del mundo, fenómeno que los antropólogos definen como hierofanía.
Añadió que este tipo de recipientes sólo eran usados por las clases medias- superiores de la sociedad teotihuacana y se producían en serie.
“Quienes los elaboraron quisieron manifestar una especie de cuento que era dicho a las comunidades que formaban parte de la sociedad teotihuacana y era necesario hacer muchas copias de este objeto para que el mensaje llegara a grandes cantidades de gente”, finalizó.
La Vasija de Las Colinas. Significado, poder y culto a los antepasados en Teotihuacan forma parte de la Colección Arqueología de la Serie Logos y está disponible en puntos de venta del INAH, como la Librería Francisco Javier Clavijero (Córdoba 43, Colonia Roma, Ciudad de México).
Dirección de Medios de Comunicación (INAH)