Una tradición milenaria
La tradición de cabezas colosales en el mundo olmeca duró alrededor de un milenio, al igual que las dinastías de reyes divinos que representan. Su creación no fue constante, más bien fue intermitente. El tallado de las primeras dos cabezas tuvo lugar entre 1400 y 1200 a.C., seguido por la creación de otras ocho entre 1200 y 1000 a.C. Luego aparecieron las demás en contextos fechados entre 1000 y 400 a.C.
La roca usada en su hechura era una riqueza en sí misma, porque su importación desde la sierra de los Tuxtlas implicó gastos de tiempo, recursos y mano de obra. Además, el origen del basalto en las entrañas del volcán le otorgaba una esencia sagrada por provenir de un cerro, tanto real como mítico, que tiene una apertura al inframundo. Era el material más apropiado, cargado con simbolismo cósmico, y digno para crear imágenes de reyes divinos. El peso de las cabezas, que va de cinco a 50 toneladas, es una medida que refleja de manera directa la mano de obra invertida en su producción y movilización. El conjunto de 17 cabezas hasta ahora conocidas tiene un peso colectivo de alrededor de 300 toneladas. El peso y el tamaño reflejan la importancia de estas imágenes dentro del corpus de arte olmeca.
Las cabezas colosales son obras emblemáticas que captan la atención de todo el mundo por su tamaño, belleza, estilo y tallado. Encerradas en su diseño y hechura hay profundas nociones cosmológicas que regían la organización del mundo olmeca, estructuraban su trayectoria y lo llevaron a constituir la primera civilización de Mesoamérica y uno de los pueblos originarios del mundo antiguo.
Imagen: Cabeza de Hueyapan, Veracruz. Tomado de Descubridores del Pasado en Mesoamérica, México, 2001; Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Ann Cyphers. Doctora en historia por la UNAM. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. Especialista en el periodo Preclásico (Formativo) y, en particular, en la civilización olmeca.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Cyphers, Ann, “Una tradición milenaria”, Arqueología Mexicana, Edición especial, núm. 94, p. 79.