Ritos de paso en el ciclo vital entre los pueblos originarios de Oaxaca

Los pueblos originarios hoy

Por: Alicia M. Barabas

Estos rituales de paso o tránsito están relacionados con el acceso a etapas cruciales del ciclo de vida y son fundamentales para la construcción de la persona y su identidad individual y social. Involucran al grupo doméstico que reside conjuntamente, a la parentela consanguínea y, por alianza, a especialistas rituales y a vecinos amigos. Se realizan en espacios domésticos y en lugares sagrados naturales, como cerros y manantiales, donde los participantes interactúan con las entidades extrahumanas conocidas como Dueños del Lugar y con los Santos y Vírgenes aparecidos. La ritualidad relacionada con el nacimiento puede comenzar cuando las mujeres piden fertilidad mediante la elaboración de figuras de niños hechas de barro, piedrecillas o madera, que colocan en las cimas de los cerros. Pero los ritos de paso propiamente dichos comienzan con la identificación de la tona (alter ego, doble, animal compañero) del recién nacido y de sus potencialidades como nahual, condición que tienen los especialistas religiosos mediante la cual se comunican con lo sagrado y adquieren los dones para curar o dañar las tonas de la gente común. Continúan con la siembra de la placenta en algún sitio de la casa, del solar o en las ciénagas y manantiales de abundante vegetación.

Entre los chatinos (Bartolomé  Barabas, 1982), a los pocos días del nacimiento el pariente más anciano arroja cenizas, cal o arena en torno de la vivienda y al día siguiente estudia las huellas que presente, con el propósito de determinar cuál es el animal compañero del recién nacido, que ha venido por primera vez a visitarlo. A los 13 días se lleva a la Santa Ciénaga un bule que contiene el cordón umbilical del niño o niña y el padre lo entierra en una parcelita familiar de siembras, lo más próxima posible al manantial, mientras le reza al Santo Padre Sol. Sobre él siembra una cruz que protegerá y acompañará al niño toda su vida.

Como se concibe que la salud del infante depende del entierro de su ombligo, si se enferma mucho o es débil, los padres siembran una segunda cruz y entierran una ofrenda para dar de comer a la tierra y así volver a pedir por la salud del niño. Después se realiza el rito de agradecimiento a la tierra por su nacimiento, que se llama “dar de comer a la Santa Abuela”, la Dueña del temazcal, que consiste en la hechura de un temazcal por parte de los hombres y la encendida de las velas por parte de las abuelas del niño, que se colocan en el centro de la casa, en el temazcal, en el lugar del patio o la casa donde se enterró la placenta y en la ciénaga, donde se enterró el ombligo. Más tarde se da de comer caldo y guisado de gallina a la piedra caliente del temazcal hasta que se hace ceniza y, por último, la familia consume el resto de la comida. Los pedimentos realizados más tarde como ofrendas en los cerros más altos refuerzan la rogativa realizada a los Dueños del Lugar y a los Santos para que otorguen fuerza y salud a los niños, para que les indiquen siempre cuál es su tierra y cuáles son sus obligaciones. 

Un año después, el tránsito del nacimiento a la primera infancia suele culminar con el bautismo y la fiesta, que celebran la alianza parental ritual entre los compadres y sus familias.