Susana Lam García
Se ofrece una breve revisión de las excavaciones y los hallazgos arqueológicos más relevantes recuperados en el área que ocupó el señorío de Azcapotzalco. Ésta se ha podido investigar en años recientes gracias a proyectos de salvamento arqueológico, que si bien fragmentarios, dado que se restringen a predios o a trayectos afectados por obras públicas, ofrecen la posibilidad de mostrar la importancia que tuvo ese lugar en el desarrollo de la Cuenca de México.
En este breve recorrido se muestra no sólo la enorme riqueza arqueológica con la que cuenta Azcapotzalco, sino también la importancia de intervenir arqueológicamente antes de la realización de cualquier obra de infraestructura. En ese sentido, Azcapotzalco ocupa el tercer lugar entre las demarcaciones en las que se realizan el mayor número de obras, para lo cual la Dirección de Salvamento Arqueológico no tiene competencia; sin embargo, sí la tiene para recuperar y salvar los datos que por estas obras pudieran perderse.
Pleistoceno
Durante la construcción de la línea 6 del Metro, sobre la avenida Parque Vía, entre las calles de Tierra Colorada y Ahuehuetes, se detectaron evidencias del periodo Pleistoceno, correspondientes a restos de nueve especímenes de mamut, a una profundidad de entre 5 y 7 m, con una antigüedad de 28 000 años, de los cuales sólo tres fueron recuperados; uno de estos especímenes adulto (Archidiskodon imperator) por su buen estado de conservación, se encuentra expuesto en la estación Talismán de la línea 4 del Metro.
Asimismo, en la estación Tezozómoc se rescató una mandíbula inferior de caballo (Equus conversidens) y en la de Azcapotzalco a 7.50 m de profundidad, restos de bisonte americano (Bison bison), con una antigüedad de 20 000 años.
Preclásico
Azcapotzalco se ubica al oeste de la Cuenca de México, sobre un relieve plano, de suelos arcillosos y fértiles, cerca de los ríos de Los Remedios, Hondo y Atizapán, que a su vez irrigaban a varios arroyos que circundaban la región.
La historia de este asentamiento según las investigaciones realizadas hasta el momento inicia en el Preclásico, en la fase Zacatenco (800 a.C. a 400 d.C.), particularmente en el área de San Miguel Amantla, al surponiente de Azcapotzalco. Ahí, a partir de la construcción de la línea 7 del Metro, se estableció la presencia de una aldea que subsistía gracias a los recursos que podía obtener de su entorno, y que debió corresponder a una planicie aluvial, conformada por la deposición de materiales (arcillas y arenas) acumulados durante las crecidas de los ríos.
Durante la fase Ticomán (400 a.C.-1 d.C.), en el área suroccidental de la Cuenca de México se dio el abandono de diversos sitios de la fase Zacatenco, y hubo una tendencia generalizada a la centralización en torno a sitios grandes, con arquitectura pública, que fungirían como centros políticos y económicos: Cuicuilco, Tlatilco y El Arbolillo. Para este momento, San Miguel Amantla era una localidad subsidiaria de Cuicuilco, cuya persistencia pudo deberse a que fue un sitio productor de cerámica. Los materiales recuperados de esta fase han permitido interpretar la actividad ceramista del sitio gracias a las excavaciones arqueológicas en la línea 7 del Metro y en el sitio de La Escuadra; se localizaron también navajas y alisadores manufacturados en asta o huesos largos (Castillo, Córdoba y García, 1993).
Clásico
Desde principios del siglo XX, San Miguel Amantla ha sido uno de los barrios con mayor exploración arqueológica, con gran cantidad de ladrilleras y tierras de cultivo que han favorecido la recuperación fortuita de hallazgos arqueológicos; de ahí que investigadores como Manuel Gamio (1911), Alfred Tozzer (1921), George Vaillant (1934) y Laurette Séjourné (1957) mostraran su interés en dicho lugar y áreas circunvecinas.
Esta situación, y la oportunidad de intervenir en diferentes predios en los que se realizarían obras nuevas, ha propiciado que investigadores de la Dirección de Salvamento Arqueológico lleven a cabo la exploración de un sitio teotihuacano del Clásico (100-750 d.C.), en el área conformada por los barrios de San Miguel Amantla, Santiago Ahuizotla y Santa Lucía Tomatlán, situados al surponiente de Azcapotzalco, donde se han localizado restos arquitectónicos con características y funciones diversas.
La primera intervención arqueológica en ese sitio teotihuacano se efectuó en 1976, en un predio conocido localmente como Teopanixpa, ubicado frente a la iglesia de San Miguel Amantla. Se exploraron los vestigios de un conjunto habitacional conformado por un patio y varios cuartos, con pisos de estuco o apisonados de tierra, mismo que fue definido como un palacio denominado “Tlalpízac”, por encontrarse ese nombre en el dintel de la iglesia (Cepeda, 1978).
A menos de 25 m al sur de este palacio, en lo sitios conocidos como Van Beuren o Rancho las Trancas, se identificó una extensa zona habitacional conformada alrededor de seis conjuntos (patios, cuartos y pasillos), el más grande de 30 m². En 2002 se exploró otra área del mismo predio en la que se recuperaron entierros, ofrendas, herramientas de obsidiana, objetos de hueso trabajados y materiales cerámicos, correspondientes a un periodo que va desde 1 a 750 d.C. Todo esto permitió la identificación de áreas de especialización productiva y la recuperación de evidencias de relaciones comerciales de Azcapotzalco con sitios circunvecinos, así como de datos arquitectónicos que permitieron establecer su similitud con Teotihuacan (García Chávez, 1991).
En 1987, a 110 m al norte de Van Beuren, en el solar conocido como La Escuadra, fueron registrados restos de un piso muy destruido y un canal artificial (84 m de largo) con dirección norte-sur. Estos elementos permitieron inferir que la zona se utilizaba con fines agrícolas, como basurero y como banco de materiales (arcilla y arena), actividad asociada a la fabricación de figurillas moldeadas y adobes, frecuentemente utilizados en las construcciones de Van Beuren y Teopanixpa.
Asimismo, la presencia de dos hornos de planta circular, construidos con piedra bola y recubrimiento de arcilla, definió esta área como un barrio de alfareros.
La recuperación y análisis de otros materiales, como semillas, olotes quemados y huesos de animales como cánidos, pato, guajolote, perico, tortuga, pecarí y venado, sugieren su aprovechamiento para el consumo (Córdoba, 1989).
Por otro lado, al interior de lo que fue la Ex Refinería 18 de Marzo, unos 30 m al sur de Van Beuren, se recuperaron restos de muros de canto rodado, apisonados de lodo, así como entierros humanos acompañados de ofrendas de cerámica (cajetes, ollas y molcajes). Así, se pudo establecer una ampliación del asentamiento teotihuacano, cuyo principal momento de ocupación abarca las fases Xolalpan y Metepec (450-750 d.C.) (Castillo, 1994).
A partir de estas excavaciones, realizadas en diferentes momentos, se ha determinado que las evidencias exploradas tanto en Van Beuren, Teopanixpa, La Escuadra y la Ex Refinería 18 de Marzo formaron parte de un importante sitio teotihuacano, con una fuerte concentración poblacional, elementos y materiales arquitectónicos similares a los de Teotihuacan; esto puede verse como un claro indicio del dominio de la metrópoli en la región de la Cuenca de México.
Susana Lam García. Arqueóloga por la ENAH. Ha trabajado en diversos proyectos de salvamento arqueológico en el Distrito Federal. En 2008 fue subdirectora de Evaluación y Seguimiento de la Dirección de Planeación, Evaluación y Seguimiento de la Coordinación Nacional de Arqueología. Subdirectora de Protección del Patrimonio de la Dirección de Salvamento Arqueológico.
Lam García, Susana, “Salvamentos arqueológicos en Azcapotzalco”, Arqueología Mexicana núm. 136, pp. 38-45.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
http://raices.com.mx/tienda/revistas-azcapotzalco-y-tacuba-AM136