Supervivencia del jaguar

Las creencias asociadas a los jaguares y demás felinos no desaparecieron con la llegada de los españoles en 1519. Ya que los símbolos felinos eran parte de la cosmovisión indígena, fueron adaptados a la religión católica y a las nuevas condiciones económicas y políticas implantadas por los conquistadores. Lo que sí cambio fueron sus nombres: los españoles llamaron tigres a los jaguares y leones a los pumas y con ellos se les conoce hasta la  fecha aún en los lugares más recónditos de México.

La ambigüedad espiritual del jaguar, que representa el bien y el mal, la fertilidad y la muerte persistió durante la época colonial. En el siglo XVI, los brujos conocidos como nahualli fueron acusados por los españoles de adorar al diablo, de asesinato, de insurrección y de convertirse en jaguares. Es interesante que el nahualli más famoso se llamara Martín Océlotl, quien adoptó como propio el nombre náhuatl del gran felino. Fue denunciado en 1556 ante la Inquisición y acusado de idolatría, de predecir las lluvias y de transformarse en jaguar.

En otros lugares el jaguar se convirtió en defensor de Cristo y para mostrar su función como protector usa su piel pinta durante la Pasión. El jaguar ocupa el lugar que antes tenía el león a los pies de San jerónimo. Muchas fiestas tradicionales con jaguares subsisten hasta nuestros días aunque algunas, como la "cacería del tigre", han desaparecido; una de las razones de su persistencia es que las máscaras y trajes de jaguar son populares artesanías compradas por turistas.

Hay muchas comunidades rurales en México en las que aún se celebran fiestas que tienen elementos simbólicos asociados a los felinos y en especial al jaguar. Los tlacololeros y la Danza de los tecuanis son dos de sus manifestaciones más conocidas. En pueblos como Totoltepec, Guerrero, los danzantes usan máscaras de jaguar y trajes amarillos con manchas y mezclan creencias católicas con ideas prehispánicas para proteger la siembra y su ganado de los depredadores. En otras partes como Acatlán y Zitlala, Guerrero, se han conservado vestigios de antiguos rituales sangrientos en fiestas en las que jóvenes vestidos de jaguares luchan hasta sangrar como ofrenda al dios jaguar, quien envía lluvia que fertiliza al maíz.

Desde tiempos prehispánicos y hasta la actualidad, en el México indígena las ideas sobre los felinos y los rituales, con simbolismos asociados a ellos no se ocupan de la adoración de los animales mismos. Los símbolos felinos forman parte de una filosofía moral y natural, de una manera de ver y entender e l mundo.

Todas las civilizaciones mexicanas representaron a los jaguares y los pumas de acuerdo con sus estilos y según la visión que tenían de los animales en sus propias culturas. México forma parte de un área cultural mayor, llamada Mesoamérica, en la cual se comparten muchas ideas y creencias acerca de los jaguares, los animales y los espíritus compañeros. Los jaguares y los pumas siguen siendo hoy en día tan misteriosos como lo fueron siempre. Estos poderosos y fascinantes símbolos naturales y culturales han cambiado con el tiempo, transformándose en otra cosa, a la manera de los chamanes. En estos tiempos, el jaguar está en peligro de extinción, pues se le caza por su piel, y necesita ser protegido. De no tomarse medidas pertinentes, el portentoso señor de los animales mexicanos sólo podrá sobrevivir en nuestra memoria o en nuestra imaginación.

 

Tomado de Nicholas J. Saunders, “El icono felino en México fauces, garras y uñas”, Arqueología Mexicana núm. 72, pp. 20-27.

 

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