Tatuajes

Enrique Vela

El tatuaje, la técnica por la cual se pinta la piel de manera permanente, es una práctica extendida por el mundo, incluido el México prehispánico. Aunque resulta muy complicado discernir cual de la decoración que se observa en las representaciones de personajes en códices, cerámica y piedra corresponde a pintura corporal o a tatuajes, no existe duda de que esta última era una de las prácticas utilizadas en la época prehispánica para el adorno del cuerpo. Aunque son bastante escasas, existen algunas evidencias que así lo indican; una de ellas una momia localizada en 1889 por Leopoldo Batres en Comatlán, Huajuapan de León, Oaxaca, que llevaba tatuados los brazos con grecas. Varios cronistas mencionan la práctica de adornarse el cuerpo permanentemente con diversas figuras. Fray Diego de Landa, en su Relación de las cosas de Yucatán, dejó una elocuente descripción no sólo de la manera en que se tatuaban sino del propósito que con ello tenían. Señala además que los hombres jóvenes no podían tatuarse mucho hasta contraer matrimonio y que las mujeres lo hacían de la cintura para arriba, excepto los senos. Aunque llevar tatuaje era una muestra de valor y un signo de estatus, también servía como castigo; si una persona de cierta posición social era encontrada culpable de robo se le tatuaban ambas mejillas con un diseño que señalaba su falta.

Es posible que estas características respecto al tatuaje fueran similares a las de otras regiones, tanto en la técnica utilizada como en lo concerniente a quienes podían portar este tipo de decoración permanente (los miembros de la elite) y el propósito de llevarla. El tatuaje permitía a quien lo portaba proclamar su pertenencia a una clase social, resaltar sus logros e incluso reafirmar su papel en el culto, pues los tatuajes en algunos de los ejemplos más claros de que se conocen se relacionan con los dioses.

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.

Vela, Enrique, “Tatuajes”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 37, pp. 56-61.