TEOBERT MALER EN LA PENÍNSULA DE YUCATÁN

Por: Alfredo Barrera Rubio

Como muchos de los exploradores de su época, Maler tuvo un espíritu aventurero, aunado a su interés personal, iniciado por los estudios orientalistas. El hecho de que se embarcara como voluntario de las fuerzas militares del emperador Maximiliano de Habsburgo tiene su sustento en estas características de la personalidad del arqueólogo austriaco-alemán.

No obstante que, desde su llegada a México, estuvo en enfrentamientos militares constantes, tuvo la oportunidad de visitar algunos sitios prehispánicos, lo que es un indicio inicial de su interés por las antiguas civilizaciones prehispánicas de México.

Su preparación previa en ingeniería, arquitectura, dibujo, y su capacitación posterior en fotografía, le sirvieron de base para iniciar con éxito sus exploraciones arqueológicas, aunado a la experiencia militar que adquirió, la cual le facilitó adaptarse a medios ambientes inhóspitos como la selva tropical, las largas caminatas, los insectos, la falta de alimento, agua, etc. Otro factor adverso fue el contexto social, político y militar de la época que le tocó vivir, a lo que habría que añadir que cuando hizo sus exploraciones en la península de Yucatán se adentró a territorios que estaban dominados por los mayas sublevados de la denominada Guerra de Castas, y para un extranjero era aún más difícil estar en regiones inhóspitas.

La caída del imperio de Maximiliano (1867) y la decisión de Maler de permanecer en el país, marcan el inicio de sus primeras exploraciones (1868) y tomas fotográficas, las cuales se dieron en Oaxaca, principalmente en la región del istmo de Tehuantepec, y poco después pudo visitar Palenque y San Cristóbal de las Casas. Al parecer, Maler sobrevivió durante este tiempo con la venta de fotografías personales y familiares, que al parecer tuvieron demanda, dada la novedad de la técnica fotográfica. La muerte de su padre hace que retorne a Europa a hacer las gestiones necesarias para recuperar su herencia.

Durante su estancia en el viejo continente tuvo la oportunidad de concretar su anhelo de conocer algún país del Medio Oriente, ya que visitó Turquía y la región del Cáucaso que colinda entre Europa Oriental y Asia Occidental, y de aprender las nuevas técnicas fotográficas.

Al finalizar las gestiones de su herencia y regresar a México en 1885, después de dos años, se avecinda en Mérida y establece su base de operaciones de campo en Ticul, desde donde inició, a los 42 años, una etapa fructífera de exploraciones arqueológicas en la península de Yucatán. Éstas las realizó sin el patrocinio de ninguna institución académica, y es evidente que utilizó los recursos de su herencia, complementándolos con los de la venta de sus fotografías. La labor de campo le permitió documentar 123 sitios arqueológicos, incluyendo tres cuevas, y una hacienda (Dzodzil) con una escultura probablemente colonial. De esta manera relocalizó algunos de los sitios que habían sido explorados previamente por John Stephens y Frederick Catherwood y descubrió 94 no reportados de manera previa principalmente de las regiones Puuc y Chenes.