Adolfo Iv.n Bat.n Alpuche, Patricia A. McAnany y Maia Dedrick
Las recientes investigaciones arqueológicas e históricas en Tahcabo, en combinación con las historias orales recopiladas en la comunidad, han arrojado información que explica por qué el sitio atrajo la atención de aquellos que trataron de controlar el oriente de Yucatán.
¿Dónde se encuentra “el lugar donde los itzaes cosecharon la miel”? De acuerdo con el sacerdote maya que escribió el Chilam Balam de Chumayel, en el siglo XVII, los gobernantes de Chichén Itzá llegaron a Tahcabo en busca de miel. Pero, ¿dónde se localiza Tahcabo y por qué fue una región importante para los itzaes? Tahcabo –que es todavía el nombre de un pueblo ubicado en el oriente de Yucatán– se localiza 40 km al norte de Valladolid. Hoy en día ese legendario lugar de producción de miel es un pequeño pueblo de aproximadamente 500 habitantes que trabajan para mantener la vitalidad de su pueblo. Los restos de una iglesia colonial tipo ramada, situados sobre un montículo prehispánico de impresionante tamaño, nos dan indicios de una profunda historia del lugar y de una época en la que el pueblo fue mucho más grande de lo que es ahora. Nuestras investigaciones arqueológicas e históricas, así como las historias orales recopiladas en la comunidad, han arrojado información que explica por qué Tahcabo atrajo la atención de aquellos que trataron de controlar el oriente de Yucatán.
Con el fin de investigar el pasado histórico de Tahcabo se formó un equipo de colaboración internacional en 2012. El doctor Iván Batún Alpuche, de la Universidad de Oriente, y la doctora Patricia A. McAnany, de la University of North Carolina at Chapel Hill, conformaron el “Proyecto arqueológico colaborativo del oriente de Yucatán” (PACOY). El proyecto se enfocó en vincular el profundo pasado prehispánico, colonial y la historia más reciente de la población. La participación activa de la comunidad en el desarrollo de esta investigación fue desde el principio una parte clave en el estudio del pueblo de Tahcabo y sus alrededores, lo cual incluye el gran número de rejolladas en la zona.
El paisaje de Tahcabo está determinado por su localización cercana a una de las más notables formaciones geológicas de la península de Yucatán: la zona de cenotes, que al parecer fue formada por ondas de choque de la caída de una lluvia de meteoritos ocurrida hace 65 millones de años (la misma que produjo la extinción de dinosaurios durante el Cretácico). La zona de cenotes y la región al este de aquí contiene cientos de rejolladas. A lo largo del centro de Yucatán –un estado conocido por su falta de ríos y lagos–, las fracturas causadas por la caída de meteoritos formaron las cuevas y cenotes que proveen una fuente de agua más fiable que los bajos estacionales y los ríos de las Tierras Bajas mayas del sur. Igual de significativas para la vida y el sustento, existen en esta región las hondonadas conocidas localmente como rejolladas (k’opo’obo’ en maya yucateco). Estas depresiones con suelo profundo y una alta humedad constante propician un mayor crecimiento de plantas y árboles que pueden cultivarse en una región propensa a la sequía, donde los suelos superficiales tienden a ser más delgados.
En las tierras municipales de Tahcabo cerca de 5% de la superficie está conformado por rejolladas, lo que significa que diferentes tipos de cultivo, especialmente árboles frutales y hortalizas, pueden ser cosechados de forma segura en esos espacios. Juan de Contreras, el primer español encomendero de Tahcabo, escribió en 1579 que la gente del lugar le tributaba maíz, aves y mantas de algodón, lo que indica que posiblemente un excedente de maíz se estuviera produciendo en el área. La cera de las colmenas fue también muy apreciada por los españoles para la fabricación de velas, y la misma cera serviría como un impuesto y tributo colonial, según se registra en los libros de contabilidad del encomendero de Tahcabo. El nombre Tahcabo puede traducirse como “el lugar de la miel, el lugar de las colmenas”, pues tah significa lugar y cab refiere a miel o colmenas. Una flor favorita para las abejas –localmente llamada tajonal (Viguiera dentata) – podría incluso haber influido en el nombre del pueblo, pues parece tener raíces profundas que se remontan a tiempos anteriores al contacto español.
Las raíces de Tahcabo
La arqueóloga Maia Dedrick –estudiante de posgrado de la University of North Carolina, Chapel Hill, y miembro del PACOY – ha trabajado con la comunidad para desentrañar los secretos y el dinamismo y longevidad de Tahcabo. El PACOY recibió el permiso del INAH para excavar una muestra de montículos domésticos prehispánicos y coloniales situados en los alrededores de la iglesia y la plaza principal del pueblo. Adicionalmente, para documentar evidencia importante de la longevidad de Tahcabo, se propuso realizar excavaciones dentro de la estructura misma de las rejolladas. Para interpretar esta información, en el PACOY se recurre al análisis microscópico de muestras de sedimentos obtenidos en las rejolladas, con el fin de identificar polen, fitolitos, granos de almidón e isótopos de carbono. Esto puede indicar qué cultivos se llevaron a cabo en la zona y cómo el uso de las rejolladas influyó en el desarrollo del pueblo de Tahcabo, en donde sabemos convergieron diferentes redes tributarias como las de Ek’ Balam, durante el Posclásico, y más tarde, las impuestas por la corona española y la Iglesia católica.
Hoy en día, las rejolladas suelen ser propiedad de familias específicas, tal vez porque los árboles frutales y otros cultivos valiosos se pueden cultivar en sus suelos profundos y ricos en nutrientes. Tal vez haya ocurrido lo mismo en el pasado, aunque esto es difícil de demostrar arqueológicamente.
Lo que sí puede determinarse mediante la investigación arqueológica es que el valor de esas formaciones geomorfológicas ha sido apreciado durante mucho tiempo por las personas que viven en Tahcabo. La cerámica recuperada en nuestras excavaciones se remonta a finales del Preclásico Tardío y principios del Clásico Temprano. Las muestras de carbón recuperadas dentro de las rejolladas serán sometidas a análisis de radiocarbono para corroborar la antigüedad del uso de esos espacios.
A pesar de la multiplicidad de pruebas que señalan al Clásico Temprano (100-500 d.C.) como el periodo de construcción y ocupación del norte de Yucatán, persiste el mito de que esa parte de la región maya no fue muy poblada antes de 600 d.C. El trabajo de campo en Tahcabo contribuye a desacreditar este mito. Recientes excavaciones han dejado al descubierto una etapa de cerámica asociada al Clásico Temprano. Quizás debido a la presencia de profundos suelos fértiles, la población de Tahcabo continuó prosperando en el Clásico Tardío-Terminal, como lo indica la cerámica. Hasta el momento, la cerámica del Clásico Tardío de Tahcabo puede clasificarse dentro de la esfera Cehpech con representación limitada de la cerámica Sotuta, vinculada con Chichén Itzá.
Las excavaciones que en la actualidad realiza el PACOY en Tahcabo se llevan a cabo únicamente en montículos domésticos fuera del centro del poblado, no hay excavaciones en la iglesia colonial o el gran montículo prehispánico adyacente a la iglesia, que actualmente se nota más pequeño a consecuencia del saqueo de piedra que se produjo durante la construcción de la iglesia del siglo XVII. Los tiestos del Preclásico Tardío y Clásico Temprano que se encuentran dispersos por toda la superficie de ese montículo sugieren que la construcción del mismo se originó hace dos milenios.
Es muy probable que durante el Clásico Tardío (posiblemente antes), Tahcabo estuviera afiliada a la poderosa ciudad de Ek’ Balam, aunque la lealtad política es difícil de demostrar con la información existente. Sin embargo, esa alianza está documentada para el Posclásico Tardío por medio de una fuente colonial temprana, escrita por el encomendero Diego de Contreras, quien menciona que Tahcabo rendía tributo a Ek’ Balam antes de la llegada de los españoles. Aunque la evidencia de la ocupación en Tahcabo en el Posclásico ha sido difícil de obtener, durante el siglo XVI los representantes de la corona española la reconocieron como una comunidad aliada de Ek’ Balam. Se sabe que los miembros de las familias Tun y Panti ocuparon posiciones de liderazgo en la ciudad.
• Adolfo Iván Batún Alpuche. Doctor por la Universidad de Florida, Gainesville. Profesor investigador de la Universidad de Oriente, Valladolid, Yucatán, y codirector del “Proyecto arqueológico colaborativo del oriente de Yucatán” (PACOY).
• Patricia A. McAnany. Doctora por la University of New Mexico. Es Kenan Eminent Profesor de la University of North Carolina, Chapel Hill, y codirectora del PACOY.
• Maia Dedrick. Candidata al doctorado por la University of North Carolina, Chapel Hill, y coordinadora del PACOY.
Batún Alpuche, Adolfo Iván, Patricia A. McAnany, Maia Dedrick, “Tiempo y paisaje en Tahcabo”, Arqueología Mexicana núm. 145, pp. 66-71.
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