Xcambó. Codiciado enclave económico del Clásico maya

Thelma N. Sierra Sosa

Xcambó, puerto salinero y comercial dependiente de Izamal, nos brinda una visión diferente a la de cualquier otro sitio de la península yucateca. La recuperación de una gran cantidad y diversidad de objetos y materiales foráneos es testimonio del importante papel económico y político que desempeñó este lugar.

 

Muy cerca de la costa norte de la península yucateca se localizó en la época prehispánica un centro de población llamado Xcambó. Hasta tiempos muy recientes, este asentamiento sólo fue conocido gracias a un croquis en el que se registraron algunos de los edificios que se levantaban entre la espesa vegetación. Ésta, de alguna manera, los mantuvo semiocultos hasta 1976, cuando el sitio se incluyó en el programa del Atlas Arqueológico del Estado de Yucatán.

Gracias a las denuncias de saqueos al sitio, se le prestó una
mayor atención. A medida que
se obtenían materiales cerámicos por medio de la recolección
en superficie y en los pozos de
saqueo, y debido a la atención a
los detalles de la arquitectura del
lugar, fue evidente que este emplazamiento prehispánico encerraba una valiosa información y que, además, se podría ampliar la que se tenía sobre la arqueología de la costa norte. A mediados de 1976 dio inicio el Proyecto Xcambó, cuyos objetivos eran la restauración de los edificios, la investigación sobre el patrón de asentamiento y sobre la arquitectura, así como el establecimiento de la secuencia cronológica del sitio.

Xcambó –nombre tal vez de origen maya-chontal que podría significar “cocodrilo celestial” o “lugar donde se realizan trueques”– fue literalmente edificado sobre un petén (área pantanosa con árboles adaptados a esas condiciones), casi completamente rodeado por ciénagas. Es posible que este altillo natural tuviera todos los recursos indispensables para la sobrevivencia: agua potable, productos alimenticios y materiales para la construcción de viviendas. Asimismo es probable que, para su colonización, en la elección del lugar se haya tomado en cuenta su ubicación estratégica. En aquellos tiempos la ría era una vía de comunicación ideal para los sitios ubicados a lo largo de la costa, y también un medio de contacto cómodo y seguro para los poblados del interior que transportaban productos marinos para su sustento.

 

Descripción del sitio

Xcambó se halla a escasos 2.2 km al sur de la carretera costera Uaymitún-Telchac, que conduce a la población de Dzemul. Obviamente, el espacio disponible determinó la forma del emplazamiento, que se extiende a lo largo de 700 m en un eje este-oeste, y escasos 150 m de norte a sur, de acuerdo con los límites del altillo natural. Las estructuras que conforman el sitio son tanto de carácter público: residencias, pequeñas viviendas, amplias áreas niveladas –quizá para la realización de actividades al aire libre–, como construcciones que posiblemente fueron hechas en función de otras necesidades de los ocupantes: por ejemplo, almacenes o depósitos y talleres.

Por lo general, la ubicación y distribución de las construcciones determinan el patrón de cada asentamiento, tal como se observa en Xcambó. En el sitio se han determinado por lo menos cuatro periodos importantes, cada uno con un patrón distinto de distribución y arreglo.

Existen elementos constructivos y materiales cerámicos que indican que Xcambó empezó a poblarse a fines del Preclásico Tardío (ca.100 a. C.-250 d. C.). En los estratos más profundos, distribuidos en casi toda el área del sitio, se han registrado restos de construcciones consistentes en nivelaciones artificiales, así como partes de pequeños basamentos y cimientos de chozas acompañados con fragmentos y piezas cerámicas muy tempranos. La dispersión de las construcciones por toda la zona de asentamiento de Xcambó y la austera edificación indican que ahí se estableció un pequeño caserío, formado por algunas familias de recolectores-pescadores-agricultores-salineros en etapas de adaptación.

En Xcambó se ve claramente un cambio en el asentamiento ocurrido durante el Clásico Temprano (ca. 250-600 d. C.), periodo en el que se pudo determinar que hubo un gran auge en la actividad económica, principalmente, lo cual se reflejó en el crecimiento del sitio. Los edificios presentan una característica que está bien definida para el Clásico Temprano en el resto de la península, y aunque la fisiografía del terreno no permitió plasmar aquel patrón concéntrico común a los sitios mayas, se puede decir que la distribución de las construcciones de Xcambó da la impresión de seguir ese patrón.

En el área central del petén y a todo lo ancho del mismo se erigió una plaza rectangular, alrededor de la cual se construyeron 11 edificios de magnífica arquitectura con un diseño que los distingue. Es significativo que en cada uno de esos edificios se combinan varios elementos arquitectónicos, por lo que son distintos entre sí. Es preciso recordar que la arquitectura temprana de los sitios del norte de Yucatán, como Izamal, Aké, Acanceh y seguramente la metrópoli Tho’ –entre los mejor estudiados–, se caracteriza por tener elementos del estilo Petén. Los rasgos sobresalientes de este estilo son: la construcción de edificios piramidales con varios cuerpos escalonados –a la vez ligeramente en talud–, el uso de esquinas redondeadas, las esquinas remetidas, los basamentos en talud, la moldura en delantal, las escaleras pequeñas que seguramente fueron decorativas, el uso de gruesos aplanados y modelados de estuco y la decoración de las fachadas exteriores mediante enormes mascarones modelados en estuco y pintados. También existen otros, como diseños también modelados en estuco y el uso de grandes bloques de piedra en la construcción de los muros y escalinatas, lo que motivó que el estilo Petén sea también conocido como Megalítico o Izamaleño.

La arquitectura doméstica temprana del sitio, parcialmente expuesta y en gran parte oculta por las construcciones de épocas posteriores, presenta también el mismo estilo temprano, aunque en menor escala. Las viviendas en cuestión se erigieron sobre las primeras construcciones y abarcaron toda el área del sitio, particularmente el sector oeste de la plaza principal.
Esas construcciones eran extensos basamentos sobre los cuales descansaron las residencias de la gente que, sin duda, tuvo suficientes recursos económicos como para
vivir con cierta opulencia y gozar de privilegios. En asociación directa con las residencias, se construyeron numerosas áreas de almacenamiento, consistentes en amplios basamentos que cubrían lo que parecen ser depósitos circulares (¿para la sal, los alimentos o el agua?). Lo que sí es evidente es que en Xcambó se acumulaban grandes cantidades de productos.

Es posible que hacia el lado oriente el patrón fuera semejante y las viviendas y demás construcciones un poco más pequeñas y dispersas, lo que indica que posiblemente esta sección del sitio fue aprovechada además para establecer otras edificaciones, es decir, espacios en los que se llevaban a cabo distintas actividades, como las artesanales, con miras al comercio. De nuevo se puede hablar del abandono de una forma más de vida para implantar, según los intereses predominantes , un patrón distinto de ocupación en Xcambó. Parece ser que a partir del Clásico Medio (ca. 600-750 d. C.) y Tardío (ca. 750-900 d. C.), las residencias dispersas y otras pequeñas viviendas, así como las extensas áreas de almacenamiento y demás estructuras tempranas, quedaron ocultas en su mayoría.
Se remodelaron y ampliaron otras residencias, pero lo más sobresaliente es que los edificios públicos fueron profusamente modificados. La plaza principal y otra más pequeña –también pública, localizada aproximadamente a 250 m hacia el oriente– lucen una arquitectura que posiblemente respondió a los requerimientos de un nuevo orden sociopolítico y económico, sin prestar mayor importancia a la implantación de un estilo propio, sino más bien a la funcionalidad del edificio. Es muy notoria la burda mampostería de los edificios, pues se utilizaron piedras de labrado tosco tanto para el revestimiento de los paramentos como para el techo abovedado de los edificios. Es interesante la manera en que se aprovecharon las viejas formas y diseños de los edificios tempranos, pues se combinaron los sillares megalíticos con las piedras burdas. Todo ello se recubrió con gruesos aplanados de estuco y diseños modelados y pintados, y se creó así una mezcla de arquitectura que hace lucir el sitio.
Las residencias más complejas y concentradas,  sobre todo las asociadas en mayor medida al núcleo principal, remplazaron a las construcciones tempranas del asentamiento, en especial a las abundantes áreas de almacenamiento. Los depósitos se localizaron ahora en las extensas áreas salineras de Xcambó en el noroeste y en las llamadas salinas de Xtampú, que en la actualidad siguen en actividad.

El sitio no estuvo aislado –al menos desde el Clásico Temprano– pues se comunicaba por medio de sacbés o caminos con otros
tres lugares: la aldea de Xtampú –administrada por Xcambó–, y los sitios de Misnay y Cemul (Dzemul). En Xcambó conocemos sólo un sacbé interior, que comunicaba la pequeña plaza pública con una residencia muy peculiar, que parece definir los límites del lugar.

Para fines de ese periodo el asentamiento había quedado parcialmente abandonado, pues únicamente se erigieron dos nichos o adoratorios abovedados, adosados al Templo de los Sacrificios, y tres plataformas-altares, dos de ellas en el centro-sur de la plaza y la tercera sobre un basamento que se levantó en la esquina sureste. Todas esas estructuras parecen ser características del llamado estilo Costa Oriental. Además, los materiales cerámicos asociados son de evidente uso ceremonial y pertenecen al periodo Posclásico (ca. 1100-1450 d. C.).

 

Thelma N. Sierra Sosa. Licenciada en antropología con especialidad en arqueología, y maestra en arqueología por la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY. Investigadora del Centro INAH Yucatán desde 1982. Obtuvo en 1992 el Premio Nacional Alfonso Caso a la mejor investigación arqueológica.

 

Sierra Sosa, Thelma N., “Xcambó. Codiciado enclave económico del Clásico maya”, Arqueología Mexicana núm. 37, pp. 40-47.

 

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