Yollotlicue en los diarios y las fotos

Leonardo López Luján

a Davíd Carrasco, nuestro teáchcauh

La Yollotlicue. Vida, muerte y resurrección

El historiador y periodista Rafael García Granados, en su columna “Nuestra ciudad” de Excélsior, correspondiente al 29 de julio, se adelantó con las primicias. También nos revela que cuando el arquitecto Luis García Remus, de la Dirección de Bienes Nacionales, hacía una inspección de los trabajos de cimentación, se percató de que uno de los peones estaba intentando vender el pectoral a unos turistas norteamericanos por módicos 4 pesos, lo que en nuestros días equivale como máximo a unos 300 pesos. García Remus le entregó entonces esa misma suma al peón, para luego donar el pectoral al INAH, lo que explica por qué hoy se encuentra en Chapultepec. En una nota reciente, vale decir, el arqueólogo Felipe Solís afirma erróneamente que el pectoral apareció en el edificio de la curia, es decir, en el extremo opuesto del complejo catedralicio.

Volviendo al artículo de García Granados, éste refiere a la Yollotlicue como el segundo hallazgo, acontecido el martes 23 de julio de 1940. No duda en calificarlo como “uno de los monolitos más importantes de la época azteca que se conocen”, puntualizando que está “tallado en un bloque de piedra que mide dos metros quince de altura y que probablemente pesa alrededor de cinco toneladas. Representa una divinidad femenina semejante por diversos motivos a la Coatlicue (falda de serpientes), mas como esta nueva escultura no tiene falda de serpientes, sino de corazones, será menester que los nahuatlatos la bauticen con el nombre adecuado”. Agrega don Rafael que en las inmediaciones también se exhumaron “millares de punzones de hueso o de espinas de pescado, que muy probablemente sirvieron para el autosacrificio…” y concluye augurando que “es seguro que al proseguirse las excavaciones para el Museo de Arte Religioso se harán nuevos hallazgos, pues este solar forma parte del recinto del Templo Mayor”.

Dos días después, el jueves 31 de julio, el epigrafista César Lizardi y Ramos publicó un artículo en Excélsior en el que argumenta que la fecha 12 caña que lleva la Yollotlicue sobre la espalda no sería de carácter mitológico, sino cronológico: “si se tiene en cuenta la probabilidad de que la escultura haya sido tallada e inaugurada en la época del mayor adelanto artístico de los aztecas, sería lícito escoger 1439, o el 1491” como el equivalente en el calendario cristiano. Opina también que el Tlaltecuhtli tallado en la base del monolito representa a “Tzontémoc (el Sol que se hunde en el ocaso)” y que los “corazones que adornan el vestido de la deidad indican de fijo que se trata de una diosa devoradora de hombres y receptora de sacrificios”. Y remata dando fe de que la Yollotlicue fue encaramada a un camión el lunes 29 y llevada al viejo museo de la calle de Moneda el martes 30 a medio día.

Como es de esperarse, El Nacional también publicó la noticia del descubrimiento, pero hasta el 1 de agosto, con el titular “Hallazgo arqueológico de enorme importancia”. A una breve descripción del monumento, agrega que connotados arqueólogos hicieron la inspección y supervisión del nuevo monumento: el director del INAH Alfonso Caso, así como Eduardo Noguera, Ignacio Marquina y Manuel Gamio. Recordemos que fue entonces cuando Caso bautizó la escultura como “Yollotlicue” (“su falda es de corazones”), nombre descriptivo que parafrasea el de Coatlicue (“su falda es de serpientes”), pero que a diferencia de éste no tiene correlato con alguna divinidad de dicho nombre en las fuentes históricas.

El 12 de agosto de 1940 y en su columna habitual, García Granados habla de hallazgos postreros, al reportar la aparición de “una sencilla fuente que parece ser colonial” y abundantes tepalcates “de loza mexicana y de porcelana china”. Al poco tiempo, la obra del proyectado museo es definitivamente cancelada, por lo que el tesoro de la Catedral se trasladó a la Capilla de Ánimas, donde sería exhibido hasta 1948, año en que fue conducido al Museo Nacional del Virreinato en el pueblo de Tepotzotlán.

La fotografía

La información hemerográfica se complementa con cuatro fotografías de las colecciones de la Fototeca Nacional y otras tres que, en fechas recientes y de manera generosa, nos compartió el prestigiado fotógrafo Marco Pacheco. Estas últimas son tomas de su tío, el arquitecto Armando García Soldevila (1912-2009), quien fue un amante de la fotografía al igual que su padre Honorato. No está por demás añadir que don Armando era un buen conocedor del arte mexicano de todos los tiempos, gusto que le inculcaron sus profesores Federico Mariscal, Carlos Margain, Roberto Gallegos, José Servín, Justino Fernández y Xavier Moyssén. Curiosamente, días después de recibir su título en la Escuela Nacional de Arquitectura (en la Academia de San Carlos), don Armando pasó por la Catedral y capturó con su lente el histórico momento en el que la Yollotlicue estaba siendo subida al camión. Como hemos dicho, esto sucedió el 29 de julio de 1940.

Imagen: Noticias del descubrimiento de la Yollotlicue en 1940: a) César Lizardi Ramos, Excélsior, 31 de julio. b) Anónimo, El Nacional, 1 de agosto. Reprografía: Leonardo López Luján.

 

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre, director del Proyecto Templo Mayor INAH y miembro de El Colegio Nacional.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

López Luján, Leonardo, “La Yollotlicue. Vida, muerte y resurrección”, Arqueología Mexicana, núm. 173, pp. 12-23.