Hace algunos años, el Dr. Luis Vargas denominó al maíz como un viajero sin equipaje, destacando las múltiples formas de su uso alimentario al difundirse a través del mundo. Aquí exploramos algunos aspectos de las etapas más tempranas de este viajero. El maíz acompañó a los grupos humanos en su trayectoria hacia el sur –desde Mesoamérica, Centroamérica, y eventualmente hasta Sudamérica.
El inicio del cultivo de plantas representa un proceso importante en el desarrollo sociocultural y económico de los pueblos mesoamericanos, por el impacto que tuvo en las actividades de subsistencia y las consecuencias para la organización social y las estructuras económicas a lo largo del tiempo. Hallazgos arqueológicos a lo largo de Mesoamérica han contribuido al entendimiento de la transformación de un modo de vida trashumante basado en la caza, la pesca y la recolección de recursos, a un patrón sedentario dependiente en gran parte en la producción agrícola.
Por medio del registro arqueológico se reconocen diversas manifestaciones de estos cambios, como respuestas a la diversidad biológica y ambiental del territorio, y con gran amplitud temporal. La eventual domesticación de algunas plantas representa una etapa en la cual ciertos cultivos se vuelven dependientes de la intervención humana para su propagación. La agricultura como modo de producción depende en gran medida de plantas domesticadas. Mesoamérica representa uno de los principales centros independientes de domesticación de varias de las plantas económicamente importantes en el mundo actual, y la arqueología ha contribuido de manera importante al conocimiento de sus orígenes.
Hay diversas consideraciones teóricas y metodológicas de relevancia en torno a las interpretaciones alrededor del maíz prehispánico. Los contextos –arqueológicos y paleo- ambientales– de los hallazgos son fundamentales, especialmente cuando se trata de microrrestos: polen, fitolitos y gránulos de almidón.
Otra consideración importante tiene que ver con el análisis de los datos. La presencia así sola del Zea –teosinte o maíz– representada por microrrestos, no es necesariamente evidencia de un sistema de cultivo, sino, de nuevo, depende de la información contextual del hallazgo además de características de los restos botánicos.
Investigaciones arqueológicas realizadas durante la segunda mitad del siglo pasado fueron significativas para ampliar los conocimientos respecto al origen de la agricultura en México. Las excavaciones llevadas a cabo en cuevas secas de Tamaulipas (Valenzuela y Romero), el Valle de Tehuacán (Coxcatlán y San Marcos) y Mitla, Oaxaca (Guilá Naquitz) proporcionaron evidencias macrobotánicas (semillas, olotes) de maíz, frijol y calabaza, cuyo cultivo constituye gran parte de la base alimentaria de Mesoamérica y del México actual. Por más de cinco décadas, estos sitios aportaron la mayor parte de la evidencia para abordar las explicaciones sobre la domesticación y los orígenes de la agricultura en Mesoamérica.
Es de notarse el largo periodo de tiempo involucrado en el desarrollo del maíz. Los últimos pasos de la domesticación y su amplia diversificación se llevaron a cabo por grupos humanos lejos de su centro de origen: una adaptación constante de la planta a distintas condiciones ambientales con una selección de características que garantizaran su crecimiento en los diferentes territorios. La historia evolutiva del maíz se inició hace miles de años, periodo durante el cual se enriqueció al lado de las sociedades mesoamericanas, siendo el símbolo de ellas por lo menos desde la época prehispánica, para finalmente establecer su lugar como el grano principal de la dieta mexicana actual.
Además, continúa evolucionando y diversificando. A pesar de su amplia difusión a través de las Américas y, más tarde, al mundo entero, sigue siendo en México un recurso e icono de gran importancia.
En la portada del artículo vemos la fotografía de un tepetlacalli, caja de piedra, mexica (detalle). MNA. Foto: Archivo digital de las colecciones del MNA, INAH-CANON.
Tomado de: Emily McClung de Tapia et al. (2025) El misterio del maíz: el viaje redondo a través de las Américas, Arqueología mexicana, edición regular 192, pp. 80-86.