Monte Albán fue de una las ciudades más importantes de Mesoamérica; no sólo se encuentra entre los primeros desarrollos urbanos de esa área cultural, sino que posee uno de los conjuntos de bienes culturales prehispánicos más significativos, que incluye edificios, esculturas y un sinfín de objetos de distintos tipos procedentes de las exploraciones que por décadas se han realizado en el sitio. Monte Albán se fundó hacia 500 a.C. y permaneció como capital de los zapotecos hasta 800 d.C., cuando fue abandonada, probablemente como consecuencia de conflictos políticos. A pesar de ello, y gracias al prestigio que había acumulado durante su largo esplendor, en los siglos posteriores siguió siendo un importante lugar de culto. De esto es testimonio el entierro en el Posclásico de un personaje mixteco en la Tumba 7 del sitio, uno de los grandes hallazgos de la arqueología mexicana.
La ubicación de la ciudad seguramente respondía a la necesidad de brindar refugio a sus habitantes ante posibles ataques de grupos hostiles. En su momento de mayor desarrollo, la ciudad de Monte Albán –que se distingue por su traza urbana, su bella arquitectura, sus monumentos grabados y sus numerosas tumbas– llegó a albergar a una población de 35 000 personas. La mayoría habitaba en las laderas del cerro en el que se situaba el centro cívico-ceremonial, conformado por una gran cantidad de templos, edificios públicos, juegos de pelota, tumbas y habitaciones para el grupo gobernante.
Fue incluida en la lista de patrimonio mundial en 1987 junto con el Centro Histórico de Oaxaca.
Tomado de México en la lista del patrimonio mundial de la Unesco, Arqueología Mexicana, edición especial 39.