La organización política centrada en la figura de un gobernante es uno de los rasgos distintivos de la sociedad maya. Los grandes señores del Clásico compartían una serie de características como: la pertenencia a un linaje, lo que justificaba la transmisión del poder entre parientes cercanos; la legitimidad basada en su papel como intermediarios privilegiados con las divinidades, y su responsabilidad como administrador de la economía y la política tanto en el ámbito interno como con otras entidades. El prestigio jugaba un papel principal en esta concentración del poder y para ello los gobernantes no sólo realizaban con regularidad actos públicos de diversa índole, sino que llevaban con toda pompa y circunstancia una vida acorde a su estatus, en la que la acumulación y la ostentación de riquezas jugaban un papel fundamental. Una parte importante de los vestigios arqueológicos que han dado fama a los mayas del Clásico está asociada a esos gobernantes y a su necesidad de proclamar su grandeza: los restos de ciudades, las monumentales estructuras, los textos jeroglíficos y un sinfín de objetos relacionados con la vida diaria y el ritual dan cuenta de ese esplendor. A lo largo de casi un milenio, gran cantidad de señores rigieron sobre un amplio conjunto de entidades políticas inmersas en una intricada red de relaciones, que iban de la alianza a los enfrentamientos continuos. Algunos de ellos destacaron entre sus pares por diversas razones: por haber fundado dinastías longevas y prestigiosas, por significarse como guerreros exitosos, por haber propiciado el crecimiento de sus ciudades sede o por haberse involucrado en ambiciosos programas constructivos.
Existen dos momentos en la larga historia mesoamericana para los cuales es posible tener detalles sobre la institución del gobernante supremo: el de la época previa a la conquista española, merced a las numerosas crónicas legadas por los recién llegados y sus informantes indígenas, y el Clásico maya, un tiempo para el que el registro en piedra y cerámica de extensos textos glíficos nos permite ahora conocer a detalle fechas de nacimiento, muerte y entronización, relaciones de parentesco, etc., que de otro modo no conoceríamos. De un puñado de esos ajaw da cuenta esta entrega de Arqueología Mexicana. Los trabajos arqueológicos de las últimas décadas han sacado a la luz un cúmulo de información, que nos permite un acercamiento antes insospechado a la estructura política de las ciudades del Clásico maya y a los avatares de sus gobernantes.
Tomado de Arqueología Mexicana núm. 110, pp. 22-23.
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