Miguel León-Portilla
La historia y la geografía de la península de California están llenas de sorpresas y paradojas. Su riqueza y variedad en flora y fauna, sus antiguos pobladores, sus mitos y sus expresiones pictóricas en piedra, la evangelización ocurrida en su territorio, los trabajos arqueológicos realizados en ella, así como las transformaciones modernas, le han ganado el calificativo de “geografía de la esperanza”.
La realidad geográfica y la historia de la península de California abundan en sorpresas y paradojas. Formada por una larga y angosta franja de tierra, está rodeada de agua por todas partes menos en su extremo norte. Fuera del río Colorado, que permite regar el Valle de Mexicali, tan sólo hay en ella arroyos por los que raras veces corre el agua. Se dice por esto que la península es tierra semidesértica. Sin embargo, en su rugosa superficie hay manchones verdes de coníferas, millones de cactus y miles de cirios, esos árboles nativos que le son endémicos, con ramas y hojitas minúsculas, en su Desierto Central.
Es además hábitat de numerosas especies animales y en sus luminosas bahías se aparean las ballenas. Esta California mexicana, desde hace casi cinco siglos, ha sido señuelo de no pocos navegantes, exploradores y aventureros. Entre las muchas paradojas de su geografía ha estado la de su delineación cartográfica, representada unas veces como isla y otras como península. Una paradoja más la ofrece el hecho de que, siendo la dueña por excelencia del nombre de California, derivado de las Sergas de Esplandián, un célebre libro de caballerías, una tierra más al norte se ha hecho dueña de su nombre. La península fue entonces llamada “Baja California” en tanto que la entidad norteña, arrebatada por Estados Unidos, dejó de ser “a Alta” para llamarse simplemente California.
En este número de Arqueología Mexicana se atiende con cierta amplitud a su medio ambiente, su flora y su fauna, y también a no pocos aspectos de su pasado, gracias a modernas investigaciones arqueológicas que han revelado algo de las antiguas formas de vida de sus grupos indígenas, creadores ele las célebres pinturas rupestres que hay ahí en centenares de sitios
Los más antiguos pobladores
La adaptación de esos grupos, que se conocieron como pericúes, guaicuras y cochimíes, además de los habitantes del extremo norte, entre ellos los cucapás, es ejemplo extraordinario de cómo pueden sobrevivir los seres humanos en un medio ambiente bastante hostil. También de esto hablan otros artículos incluidos en este número Gracias a los trabajos arqueológicos, iniciados desde el siglo XIX, e intensificados en el XX y en la actualidad, conocemos ahora mejor la antigüedad de esos primeros pobladores y algo de sus formas de vida y creencias. De estas últimas nos hablan las mencionadas pinturas rupestres y lo que ha podido conocerse de sus rituales mortuorios. Buen número de concheros ubicados a lo largo de sus costas, es decir montículos de conchas cuyos moluscos fueron consumidos por los indígenas, permiten afirmar que sus primeros pobladores llegaron desde hace por lo menos 10 000 años. Durante tan largo tiempo dichos aborígenes, procedentes del norte -aunque Paul Rivet aventuró la hipótesis de su llegada en frágiles embarcaciones a través del océano-, no alteraron sustancialmente sus formas de existencia. Se alimentaban de la pesca, la recolección y la caza. En su mayoría andaban desnudos o sólo cubrían las partes pudendas con pieles o toscos tejidos de fibras. Carecían de perros, vivían en abrigos rocosos y no conocían ni la cerámica ni la agricultura, con la única excepción de los que habitaban en las inmediaciones del río Colorado. Sus pocos utensilios eran líticos; sus armas, el arco y la flecha. Por todo esto he dicho de ellos que vivían en una especie de Paleolítico fosilizado.
Para conocer las antiguas formas de vida de esos aborígenes tenemos otros testimonios. Provienen ellos de los tiempos coloniales y son mucho más numerosos de lo que podría uno imaginarse. Además de los primeros relatos del siglo XVI, debidos a navegantes y exploradores, se conservan los informes. crónicas e historias de misioneros que allí trabajaron desde fines del siglo XVII hasta la supresión de las misiones. Ellos fueron primeramente los jesuitas; a éstos siguieron los franciscanos y por último los dominicos.
Miguel León-Portilla. Doctor en filosofía por la UNAM, Miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua. del Colegio Nacional y de la National Academy of Sciences, E.U.A. Autor de numerosas publicaciones y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.
León-Portilla, Miguel, “Historia y formas de vida en Baja California”, Arqueología Mexicana núm. 62, pp. 16-23.
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