Las turquesas en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Piedras de fuego y emblemas de poder

Emiliano Ricardo Melgar Tísoc

La turquesa fue uno de los minerales más ampliamente utilizados por los mexicas para la musivaria o arte de hacer mosaicos. Asociada con el fuego, el tiempo, el poder real y la sucesión política, este material pétreo fue empleado para elaborar insignias de algunas divinidades nahuas y como emblema de poder o bien de prestigio entre la elite tenochca.

 

La turquesa fue uno de los materiales pétreos preferidos por los artesanos lapidarios de Mesoamérica para elaborar ornamentos y mosaicos desde tiempos antiguos. Además, las propiedades otorgadas a este mineral por su origen, color y características visuales, le confirieron un gran aprecio en la época prehispánica. Sin embargo, no todos los materiales azules hallados en Mesoamérica son de turquesa, un fosfoaluminato de cobre hidratado, ya que en contextos arqueológicos se han recuperado turquesas verdaderas mezcladas con otras piedras azul-verdosas como crisocola, amazonita, malaquita y azurita. Por ello, Phil Weigand (1993) propuso llamar “turquesa química” a la verdadera y “turquesa cultural”a los demás minerales que compartían su gama cromática y que fueron utilizados como sustitutos u homónimos de la misma.

En el caso del Templo Mayor de Tenochtitlan, en varias de sus ofrendas se han recuperado cuentas y mosaicos conformados por miles de teselas de tonalidades azules consideradas turquesas. Aunque su origen geológico es ajeno a la Cuenca de México e incluso fuera de Mesoamérica, ello no implica que todos los objetos hechos en este material exótico sean manufacturas foráneas. Por ello, en este trabajo mostraremos algunos de los resultados obtenidos sobre su composición, estilo, la tecnología utilizada para trabajarla y la manera en que se le tributaba.

 

La identificación de turquesas en Tenochtitlan

Para determinar cuáles minerales están presentes en las piezas del Templo Mayor y sus probables regiones de origen, se realizaron diversos su composición, como fluorescencia de luz ultravioleta (UVF), fluorescencia de rayos x (XRF), espectroscopía infrarroja (FTIR ) y emisión de rayos x inducida por protones (PIXE ), entre otros. Todos estos trabajos se hicieron en colaboración con el equipo del Dr. José Luis Ruvalcaba Sil, del Instituto de Física de la UNAM . Para ello se emplearon minerales de referencia de diversos yacimientos de México y Estados Unidos, para diferenciar las turquesas de los demás minerales azules, y averiguar sus probables lugares de obtención. De esta manera fue posible apreciar que casi la totalidad de los objetos analizados resultaron ser turquesas químicas o verdaderas, cuyos yacimientos se encuentran en el noroeste de México y en el suroeste de los Estados Unidos. La comparación temporal también permitió detectar que varias de las piezas de las ofrendas más antiguas presentan una menor variabilidad en su composición que las halladas en depósitos posteriores, lo cual implica la obtención de turquesas verdaderas de pocos afloramientos al principio y de una mayor cantidad al final. Ello parece relacionarse con la expansión territorial del imperio tenochca, ya que los botines de guerra y los tributos pudieron contribuir con el incremento en la variabilidad de las turquesas. La conquista de Tlatelolco, donde se encontraba un famoso mercado, hecha por Axayácatl también pudo favorecerlo.

A partir de esto se observa una predilección de los tenochcas por adquirir verdaderas turquesas, lo que indica que su origen foráneo y lejano parece haber sido muy importante. Este interés en las turquesas de las zonas desérticas norteñas pudiera estar relacionado con cierta oposición simbólica que tienen con las piedras verdes, de origen sureño en valles tropicales de ríos caudalosos. Las turquesas aluden al fuego, el linaje, la realeza, el cometa y el año, aunque también tienen la raíz para indicar hierbas y hojas. Por su parte, las piedras verdes se vinculan con la lluvia, las deidades pluviales, la fertilidad y las corrientes de agua. Además, la turquesa más valorada fue la de los dioses, a la que se llamaba teoxíhuitl , la cual era traída de lejos por los teochichimecas, grupos de cazadores que habitaban en los desiertos, montes y cuevas septentrionales.

 

Emiliano Ricardo Melgar Tísoc. Doctor en antropología por la UNAM. Investigador del Museo del Templo Mayor. Coordinador del proyecto “Estilo y tecnología de los objetos lapidarios en el México antiguo”.

 

Melgar Tísoc, Emiliano Ricardo, “Las turquesas en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Piedras de fuego y emblemas de poder”, Arqueología Mexicana núm. 141, pp. 69-72.

 

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