Cuando es posible interpretar el uso al que se destinaban, los templos-pirámides del Clásico resultan ser monumentos dedicados a honrar –en vida o póstumamente– al soberano y a su dinastía. Asimismo, las estelas, las imágenes de la realeza en las fachadas y cresterías están muchas veces acompañadas por criaturas sobrenaturales, sólo para proporcionar al soberano un entorno cósmico o sagrado. Ningún edificio arquitectónico está exclusivamente dedicado a seres sobrenaturales que pudieran llamarse dioses. Por mucho tiempo se creyó que los mascarones que decoran, al infinito en algunos casos, las fachadas de los templos teratomorfos (en forma de monstruo) de las Tierras Bajas del norte, representaban a Chaac, dios de la lluvia. Se ha podido demostrar que la entidad representada –en bajo y altorrelieves– es el monstruo terrestre (Baudez, 1999) que, como lo veremos después, no es un dios. La iconografía del templo Rosalila de Copán, Honduras, totalmente reconstituida, no presenta a dioses sino a grandes pájaros modelados en estuco que aluden al nombre del fundador de la dinastía, Yax K’uk’ Mo’. El dios Sol que algunos creen ver no es más que el rey Sol.
Jamás se ha encontrado alguna estatua de piedra o de cerámica dedicada a un ser sobrenatural. Hay quienes no admiten fácilmente esta ausencia y argumentan el rigor del clima tropical como factor de desaparición de las estatuas de madera; otros más consideran que la ausencia de imágenes no implica ausencia de dioses. Ahora bien, si el monoteísmo lleva con frecuencia a una postura iconoclasta, el politeísmo no podría prescindir de representaciones, indispensables para establecer la personalidad de los dioses, sus atributos y sus dominios.
En contraste con los incensarios Chen Mul del Posclásico Tardío, en los que aparecen dioses pintados, la ornamentación de los incensarios del Clásico se restringe a figuras emblemáticas del inframundo, como el jaguar, o a símbolos de fertilidad, como el fruto del cacao. Los portaincensarios de Palenque, Chiapas, llevan decoración modelada y pintada de gran complejidad, que representa un cosmograma vertical con imágenes del mundo subterráneo (jaguar y Sol nocturno) en la parte inferior e imágenes celestes (aves) en la parte superior).
Palenque también es famoso por la variedad de estatuillas antropomorfas de rostro “grotesco”. Al contrario de las estatuillas del Posclásico de la Cuenca de México, todas son diferentes y no representan dioses individuales.
Tomado de Claude-François Baudez, “Los dioses mayas. Una aparición tardía”, Arqueología Mexicana núm. 88, pp. 32-41.
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