Doris Heyden
Los magníficos jardines del México antiguo eran característicos de los monarcas de entonces. En ellos se cultivaban hortalizas y árboles frutales, y aunque eran hechos expresamente para el placer de los señores parecen haber contenido flores y plantas medicinales.
Entre la gente del México antiguo, el amor por las flores se encontraba en muchos aspectos: en los arreglos florales, en los adornos del vestuario, en los símbolos y las metáforas, en las ceremonias de las fiestas mensuales. Así, por ejemplo, durante la fiesta de 7 tecuilhuitontli, la única actividad, dice fray Diego Durán, era gozar de las flores, ofreciéndolas a los amigos: "los señores no salían de sus casas, no entendían en cosa alguna más de estarse sentados... cercados de rosas [y flores] (Durán, 1967, vol. 1, p. 263).
El mundo de la flora impresionó tanto a los europeos a su llegada a la Nueva España que muchos cronistas describieron los bellos jardines. Aquí citaremos algunos de los que hablan de las flores, los jardineros y los jardines.
El culto a las flores
Los xochimanque, que eran los oficiales de las flores, hacían fiesta a su diosa Coatlicue y le ofrecían ramilletes de flores, "hechos con singularidad'' (Clavijero, 1945. vol. 11, p. 150). Durante tozoztontli se celebraba a Tláloc, deidad de la lluvia que hace crecer las plantas. Además, en las ceremonias de una fiesta anterior, tlacaxipehualiztli, cuando al finalizar se desollaban cautivos, se echaban las pieles de las víctimas en una cueva, en el templo a Yopico. Este rito sugiere la posibilidad de que las pieles representaban en esa ocasión a las semillas que fructifican, en la oscuridad, en el seno de la tierra. Todo estaba dirigido a la vicia de las plantas.
¿Cuáles eran las flores que protegía la patrona de los xochimanque, quiénes las cuidaban para los jardines de placer, cuáles eran las plantas medicinales? Las que ha dado México al mundo son muchas, aquí mencionaré unas cuantas.
Comenzaré por macuilxóchitl, ''cinco flor", que además de ser el nombre de un dios también era una flor, una especie de cempoalxóchitl (Tagetes). Hoy en día, la dalia (Dahlia coccinea) es la flor nacional de México. Entre las flores mencionadas en los cantares con más frecuencia está la cacaloxóchitl, "flor de cuervo'' (Plumeria acutifolia), que se usaba mucho en la fiesta de tlaxochimaco y estaba reservada para los señores.
Además del lugar que tenían en las ceremonias, casi todas las flores y las plantas tenían un uso medicinal; por ejemplo, muchas eran antiepilépticas. En el Códice Badiano se dice que de la cacaloxóchitl se hacía un perfume que aliviaba la fatiga contraída por los señores que administraban el gobierno. La flor de manita, la macpalxóchitl (Chirahodendron pentadactylon), fue descrita así por Diego Muñoz Camargo:
Tenían los caciques y Señores esta flor por grandeza, para adornar otras flores y ramilletes que hacen los naturales, de que ellos usan mucho. Este árbol es traído de tierras templadas y calientes a tierras frías, donde los tienen con mucho regalo: la madera no es de ningún provecho, porque no se usa de ella. Por haber pocos árboles de estos, teníase más por grandeza que por provecho [aunque sí tiene propiedades medicinales].
La chimalxóchitl, "flor de escudo'', aunque simbolizaba al cautivo de guerra era en realidad el girasol (Helianthus armus). Su semejanza con el Sol hizo que se le relacionara con la guerra, que casi siempre estaba dedicada al astro. Ángel Ma. Garibay dice que esta flor era realmente la flor o borla del escudo, que a veces se aplicaba con plumas o algodón, como en el caso de la rodela de ciertos dioses, entre ellos Opochtli, Tláloc y Huitzilopochtli.
Otra flor que encontramos a menudo es la eloxóchitl, "flor de elote'' (Magnolia schieleana). Un poco de esta flor, vertida en una taza de chocolate, servía para descansar; en cantidades mayores intoxicaba y hasta enloquecía (Sahagún, 1969. vol. 111, p. 330). En el Códice Badiano se menciona que la eloxóchitl, junto con otras 21 flores y plantas, aliviaba la fatiga de los que tenían puestos públicos; asimismo, se dan recetas para su uso, por ejemplo mezclando el jugo de las flores con la sangre de animales salvajes para frotar el cuerpo (1910, p. 304).
Entre las flores más mencionadas están: yoloxóchitl “flor de corazón” (Talauma mexicana); oceloxóchitl, "flor de tigre" (Tigridia pavonia); y la flor de nopal (Opuntia
ficus indica) (véase Martínez, 1987 pp. 644. 639 y 1005). La que aparece con mayor frecuencia en las crónicas es la cempoalxóchitl, brillante flor de color anaranjado considerada todavía como la flor de los muertos. Sobre esta flor escribe Sahagún: “...se llama cempoalxóchitl, son amarillas y de buen olor, y anchas y hermosas que ellas se nacen y otras que la siembran en los huertos...” (1969, vol. m. p. 329).
Flores importantes en el ritual prehispánico fueron ciertas orquídeas llamadas tzacuhitli o zautle, de cuyos seudobulbos se obtenía el pegamento con que se unían las plumas en telas, rodelas, mosaicos de piedras finas y conchas en los adornos ceremoniales. Este pegamento también se usaba en la orfebrería y en armas pequeñas, como la flechas, o como aglutinante para pintura.
Doris Heyden. Antropóloga. Investigadora en la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH.
Heyden, Doris, “Jardines botánicos prehispánicos”, Arqueología Mexicana núm. 57, pp. 18-23.
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