Retos y perspectivas acerca de la autenticidad del Códice Grolier

Bruce Love, Sandra Zetina Ocaña, Eumelia Hernández Vázquez, Laura Elena Sotelo Santos

Una breve historia

El códice, encontrado supuestamente en una caja sellada de madera, dentro de una cueva en Chiapas, pasó por manos del coleccionista mexicano Josué Sáenz antes de llegar a Nueva York, en 1971, donde fue exhibido antes de regresar por fin a México, donde fue depositado en una bóveda del sótano del Museo Nacional de Antropología. Michael Coe, el más tenaz defensor del códice, publicó una versión facsimilar a color en 1973, poco después de su primera exhibición pública.

Eric Thompson (1975) declaró inmediatamente que era falso, y lo secundaron los investigadores sobre Mesoamérica Susan Milbrath (2002) y Claude Baudez (2002) quienes, además de secundar lo postulado por Thompson, añadieron argumentos propios; mientras tanto, del lado de los defensores su paladín más enfático ha sido John Carlson (2012-2013, 2014), quien con otros más ha defendido la autenticidad del códice. Una nueva vertiente surgió en 2016, cuando un prominente equipo de investigadores estadounidenses encabezados por el mismo Coe (Coe et al., 2015), publicó lo que suponían sería la defensa final del códice, que a su entender resolvería sin más el asunto de su autenticidad. En las redes sociales y los medios digitales se difundió que se había demostrado la autenticidad de un cuarto códice maya. Bruce Love (2017), sin embargo, se apresuró a rebatir a Coe et al. al publicar una crítica donde exponía una serie de problemas aún no resueltos y que, en su opinión, era necesario explicar. Uno se pregunta si la controversia llegará a solucionarse.

Al repasar este prolongado debate, llama la atención que los principales participantes de ambas posturas –la defensora y la impugnadora– suelan ser antropólogos e historiadores del arte, expertos en ciencias sociales y nunca técnicos o expertos en la ciencia material de esos objetos. Los argumentos se han enfocado sobre la iconografía o el estilo artístico –por ejemplo, el uso anómalo de anillos alrededor de los números, el extraño número de dedos en las manos o el eje de una lanza que emerge de la cabeza de un personaje  – sin decir nada acerca de los aspectos físicos y químicos del códice. Casi en ninguna parte se ha considerado la opinión de conservadores y restauradores, por lo cual enfocamos nuestro artículo en este aspecto.

Estudios técnicos

En 2002, Carolusa González Tirado, de la Biblioteca Nacional de Antropología y Historia (BNAH), en colaboración con Ventura Rodríguez Lugo y Demetrio Mendoza, científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), emprendió un proyecto autorizado por el Consejo de Arqueología y coordinado por uno de los autores (Sotelo), para analizar cinco micromuestras del códice con un microscopio óptico y microscopios electrónicos de barrido. Concluyeron, entre otras cosas, que el pigmento azul no era azul maya y que el recubrimiento del papel era de yeso, típico de los códices mixtecos sobre piel, no el de carbonato de calcio usado sobre el papel de corteza de los tres códices mayas conocidos (los resultados inéditos fueron proporcionado a los autores por Caroluza González Tirado).

En 2006 un equipo más numeroso de científicos mexicanos, coordinado por Sotelo, hizo un estudió físico del Códice Grolier mucho más detallado, aunque ha recibido poca atención internacional. Los resultados fueron publicados en un breve artículo de un congreso científico (Ruvalcaba et al., 2007), que no es material de lectura común para antropólogos o arqueólogos. Sus descubrimientos son inquietantes. Love se refirió a algunos de esos descubrimientos en su artículo en Mexicon de 2017, pero sólo ahora reunimos a los tres autores de estos estudios de la última década para presentar ante un público más amplio, por primera vez, las pruebas más contundentes contra la autenticidad del códice.

Los descubrimientos más polémicos del estudio de 2006 son los siguientes: 1) Cortes intencionales; en muchas orillas hay evidencia de cortes con una navaja afilada. 2) Manchas de humedad que parecen falsas; los bordes del papel tienen grandes manchas que, a simple vista, parecen de agua, pero bajo iluminación ultravioleta tienen una apariencia oscura, y es posible observar que no penetran más allá de la superficie, como ocurriría si fueran producto de la humedad, por la capilaridad del papel. Parecen producidas intencionalmente al aplicar capas de tinta acuosa en la superficie. 3) Líneas de pintura aplicadas directamente sobre el papel, donde la base de preparación se ha levantado, lo cual es inexplicable; si se pintó sobre la base de preparación y ésta se desgastó con el tiempo, ¿cómo pudo llegar la pintura hasta las fibras del papel? 4) Orillas mutiladas e interiores impecables; si el códice se encontraba en una caja sellada, en una cueva –tal y como reza la leyenda–, ¿cómo fue que se lastimaron solamente las orillas mientras la pintura y la base de preparación se mantuvieron impecables? Si el códice no estuvo en una caja, sino abierto y extendido, se sospecharía que los roedores o insectos hubieran podido roer o mondar las orillas, pero se encontrarían en las páginas restos de orina y heces, o huellas de los animales. No hay argumento lógico que explique la significativa destrucción de las orillas. 5) Agujeros en el papel y daño en las orillas, sin marca en las páginas inmediatas; si el códice estuvo doblado en una caja durante 800 años, ¿cómo pudo formarse un hueco en una página sin afectar directamente a la que está inmediatamente debajo, o cómo pudo desgastarse el borde de una página más que las dos inmediatas a ella? Resumiendo: las marcas de antigüedad parecen haberse hecho intencionalmente.

Bruce Love. Investigador independiente que radica en el campo, al sureste de California. Antropólogo por la UCLA, alumno de H.B. Nicholson. Autor de The Paris Codex: Handbook for a Maya Priest; fue presidente del Maya Antiguo para los Mayas. Editor de “Contributions to Mesoamerican Studies” en el sitio www.brucelove.com

Sandra Zetina Ocaña. Licenciada en restauración por la ENCRYM; doctoranda en historia del arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Colabora en el Laboratorio de Diagnóstico de Obras de Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

Eumelia Hernández Vázquez. Historiadora del arte y fotógrafa científica, académica del Laboratorio de Diagnóstico de Obras de Arte, donde realiza estudios de imagenología para el análisis de materiales y técnicas de ejecución de obras de arte mexicano.

Laura Elena Sotelo Santos. Doctora en estudios mesoamericanos, investigadora del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, de la UNAM. Sus líneas de investigación son la religión y la iconografía mayas, centradas en los códices.

 

Bruce Love et al., “Retos y perspectivas acerca de la autenticidad del Códice Grolier”, Arqueología Mexicana, núm. 152, pp. 28-33.

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