En Mesoamérica se aprovecharon una enorme variedad de frutos. Su aporte como complemento a la dieta sustentada en el maíz está fuera de toda duda. Algunas de esas especies debieron ser parte de los cultivos en los huertos familiares. La gran mayoría de ellos se siguieron consumiendo después de la conquista y muchos se hicieron desde entonces populares a nivel mundial. He aquí una muestra de algunas de esas especies.
Tejocote (Crataegus pubescens)
En náhuatl llamado texócotl, de este fruto se extrae la pectina, sustancia muy usada en la industria alimenticia para la elaboración de ates y mermeladas. Se le utilizaba con fines medicinales principalmente para problemas digestivos.
Chirimoya o zapote de árbol (Annona cherimola)
Llamada en náhuatl tzapocuáhuitl, es una fruta muy nutritiva, rica en carbohidratos y con alto contenido de minerales.
Capulín (Prunus serotina ssp. capuli)
Además de ser consumido como alimento, con él se preparaba un jarabe para padecimientos respiratorios.
Piña (Ananas sativus)
En náhuatl llamada tlapalxoctli, es una fruta muy gustada en el mundo, aunque erróneamente se le considere originaria de Hawái.
Pitahaya (varias especies de Hylocerus y Selenicerus)
Es considerada un dulce de excelencia en Oriente bajo el nombre de fruta del dragón. Erróneamente se cree que es originaria de Vietnam, ya que ahí se cultiva.
Chilacayote (Cucurbita ficifolia)
La variedad cultivada tiene su origen en México o Centroamérica. Se encontraron semillas con una fecha aproximada de 700 a.C. en el valle de Oaxaca.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique (editor), “Frutos”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 84, pp. 70-71.