Calendario prehispánico
Las sociedades mesoamericanas habían establecido el cultivo del maíz como alimento básico, alimentación que se complementaba con el frijol, la calabaza y una enorme riqueza de otros productos agrícolas que provenían de una milenaria historia de experimentación y observación. La religión, la cosmovisión y el complejo ritual de las fiestas del calendario se basaban también en la agricultura como sustento básico. A partir de los ciclos agrícolas del maíz se conformó un complejo panteón de deidades íntimamente relacionadas con las actividades productivas. Este panteón estaba vinculado con el culto a la Tierra, así como con los aspectos meteorológicos del culto de la lluvia, los cerros y el mar, aunque, sin duda, existían otros aspectos de la religión que giraban alrededor de cultos como el solar, de los astros, del fuego y de los muertos.
Las deidades
En el culto existían desdoblamientos de los fenómenos representados por los dioses: de este modo había varias diosas de la Tierra, así como una multitud de dioses menores que servían al dios de la lluvia, Tláloc. La deidad del maíz se desdobló también en una serie de diosas íntimamente relacionadas con Cintéotl, el “dios mazorca”, que era la personificación de la mazorca (cintli en náhuatl). Cintéotl era hijo de la diosa de la Tierra y del dios solar. Es de notar que las diosas del maíz se agrupaban según edades: el maíz tierno era Xilonen, diosa del jilote, y Chicomecóatl (“Siete Serpiente”), quien también era una diosa joven, personificaba el crecimiento del grano del maíz. En la época de los primeros elotes, esta diosa se festejaba junto con Toci, diosa madre de la Tierra, mientras que en el invierno era equiparada a Ilamatecuhtli, la “Señora Vieja”, diosa anciana de la tierra y del barbecho. Chicomecóatl formaba una tríada con las diosas Chalchiuhtlicue, patrona del agua de las fuentes y lagunas, y Huixtocíhuatl, diosa de la sal y de la fertilidad del mar. En las fiestas del calendario, a cada una de estas diosas les correspondía una fecha que también representaba un momento significativo del ciclo agrícola anual.
Ciclos agrícolas
En las fiestas de carácter agrícola se refleja la división del año en estación seca (tonalco, “el calor del sol”) y xopan (“la época verde”). Se puede reconocer en ellas la existencia de los dos ciclos agrícolas que existen en el Altiplano Central: el de regadío y el de temporal. En los cultivos tradicionales estos ciclos mantienen hasta el día de hoy una continuidad con el pasado. En el ciclo de regadío se siembra en enero o febrero y se cosecha en junio y julio; a los dos meses ya puede haber jilotes. En el ciclo de temporal la siembra se hace entre abril y junio, y la cosecha tiene lugar entre fines de octubre, noviembre y diciembre.
Es de notar que en el culto no se celebraban tanto los fenómenos acabados, dando gracias a los dioses por haberlos concedido, sino que la principal función de los ritos era la de provocar un buen desenlace de los fenómenos deseados. Así, los sacrificios de niños debían atraer las lluvias y garantizar el crecimiento de las sementeras de regadío; 4 huey tozoztli era la fiesta en preparación de la siembra, cuando las mazorcas secas eran transformadas mediante los ritos en maíz para la siembra. De la misma manera, 11 ochpaniztli no era la fiesta de la cosecha, sino que su propósito era el de lograr, mediante los ritos, el buen cumplimiento de la maduración del maíz. La cosecha sólo tenía lugar unos dos o tres meses indígenas después, correspondientes a 13 tepeílhuitl y 14 quecholli, respectivamente.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique (editor), “Calendario prehispánico, Ciclos agrícolas ”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 84, pp. 22-25.