La implantación eclesiástica en Nueva España
Tampoco hubiera podido prescindir de los frailes. Dejemos de lado por ahora las consideraciones ideológicas que daban pie a que los conquistadores pretendieran justificar sus actos con la cristianización de la población americana, así como la motivación religiosa de los evangelizadores. Pero no olvidemos que en el pensamiento español de la época el ámbito eclesiástico estaba ligado de manera indisoluble a todos los elementos de la sociedad, y que una acción del gobierno llevaba consigo casi siempre otra paralela que involucraba a la iglesia o sus miembros. Así pues, la conquista, que de entrada se nos presenta como un asunto militar y político, tenía que desembocar sin excusa en la instauración de una iglesia y la difusión de prácticas cristianas. En teoría, los encomenderos estaban obligados a procurar ese fin, pero desde luego no podían cubrir la problemática eclesiástica. Necesitaban acompañarse de personal religioso, y éste fue proveído con gran entusiasmo por las órdenes mendicantes.
El modelo a seguir fue sencillo y no implicaba alterar el planteamiento fundamental de la conquista: al encomendero se sumaba un doctrinero y ambos asumían la responsabilidad político-religiosa que debían a su soberano; los caciques, presuntamente los primeros en adoptar el cristianismo (y si no ellos, sus hijos), serían los garantes de que sus respectivos pueblos consolidaran sus doctrinas, que es como se llamó a las iglesias locales. El proceso puede verse reflejado, como ejemplo, en una tradición recogida por los franciscanos, que cuenta que los frailes llegaron a Cuautitlán conducidos por un cacique de Tenayuca, sobrino de Moteczuma. Relatos parecidos se conservan a propósito de otros pueblos. Sebastián Ramírez de Fuenleal, segundo presidente de la audiencia de México, observó en 1532 que, siendo los caciques cristianos, “lo serán sus sujetos por la suma obediencia que les tienen y porque no sabían ni saben creer ni hacer sino lo que los señores les dicen y enseñan”. La cristianización, por tanto, requería un intermediario e involucraba un elemento de obediencia política.
Bernardo García Martínez (1946-2017). Doctor en historia; profesor de El Colegio de México. Autor de obras sobre historia de los pueblos de indios, historia rural y geografía histórica. Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.
García Martínez, Bernardo. “La implantación eclesiástica en Nueva España”, Arqueología Mexicana, núm. 127, pp. 43-53.
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