El mal aire entre los nahuas

Laura Elena Romero

 

El mal aire como enfermedad

La vida cotidiana de los nahuas implica actividades que los ponen en contacto directo con los seres y situaciones que, como hemos visto, resultan hostiles para ellos. Los malos aires, al introducirse en el cuerpo humano, lo afectan al producirle una enfermedad del mismo nombre. La otredad de los aires resulta perniciosa y la fuerza que emana de ellos, una sustancia fría, propia de la naturaleza de esos seres, trastoca el equilibrio calórico del cuerpo. La salud, entre otras cosas, implica la armonía entre los elementos fríos y calientes.

El mal aire tiene una característica importante que se asemeja a la idea de contagio. Así como el contacto con ciertos lugares u objetos ocasiona que el “aire” se introduzca en el cuerpo de la persona, es posible que ese individuo contaminado pueda transmitirlo. Esto sucede, frecuentemente, en el caso de los lactantes y recién nacidos, cuando su padre al llegar de cortar leña, de la milpa o de una larga caminata, se acerca inmediatamente al pequeño, quien, por la debilidad propia de su edad, comienza a enfermar. El llanto sin motivo aparente, la dificultad de dormir o mamar, la presencia de lagañas en los ojos son algunos de los síntomas que la madre atiende e interpreta como mal aire. El equilibrio térmico del cuerpo es delicado, sobre todo en ciertos periodos de la vida, como la niñez o la vejez. La personalidad, derivada de la fortaleza o debilidad del tonal, influye también en la vulnerabilidad que las personas presentan ante la frialdad de los aires.

El conocimiento del entorno sirve como medida precautoria frente a los aires. Durante la niñez, hombres y mujeres nahuas escuchan narraciones que dan cuenta del paisaje, de sus cualidades y de las formas de conducirse frente a ellos. Todos saben que el monte está poblado por aires, pero que una actitud respetuosa evitará el daño. Las horas del día también sirven de indicador: el riesgo de enfermar será mayor durante el amanecer, el anochecer, así como el mediodía y la media noche. Las formas de transmisión del conocimiento exponen, entonces, las cualidades de los seres y las cosas.

Imagen: Los duendes, como todo “mal aire”, temen a las oraciones, pero sobre todo al tabaco. Desde la época prehispánica el tabaco ha ocupado un lugar importante en la cosmovisión. En la época actual sigue sirviendo de protección para quien se introduzca en la espesura del monte o transite por el pueblo durante la noche. Códice Florentino, lib. XI, f. 142r. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces.

 

Laura Romero. Doctora en antropología. Premio Fray Bernardino de Sahagún en 2003 y 2007. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Dirige el Departamento de Antropología de la Universidad de las Américas Puebla.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Romero Laura Elena, “Los “malos aires”, Arqueología Mexicana, núm. 152, pp. 68-72.

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