Tanto en el México antiguo como en el actual, el tejido no es una actividad cuyo fin único sea simplemente producir prendas, es también una por medio de la cual se transmiten valores y modos de ver el mundo. Las características últimas que los textiles adoptaron a lo largo del tiempo y entre las distintas culturas son producto de entramados simbólicos particulares que atribuyen significados al cuerpo mismo y a los elementos con que se le viste y adorna. La función primaria de la indumentaria es establecer una suerte de identidad social, pues quien lleva cierto tipo de prendas u ostenta alguna modificación intencional de su apariencia lo hace a partir de pautas culturales compartidas con los miembros de su grupo.
El tejido es una actividad esencialmente femenina. Desde tiempos remotos son ellas quienes se hacen cargo de todo el proceso para la confección de piezas, desde escoger el algodón, limpiarlo e hilarlo, hasta tejerlo en un telar de cintura, en una gran variedad de formas, como mantas, lienzos, vestidos, huipiles y quechquémitl. A pesar de las difíciles condiciones de las comunidades indígenas, en muchas de ellas se conserva la tradición del tejido. Bajo un sustrato común de gran antigüedad, cada región posee rasgos propios que se relacionan con las técnicas y los materiales utilizados, el tipo de piezas elaboradas y el mensaje que transmiten en sus decoraciones.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “33. Tejedora chinanteca. Usila, Oaxaca”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 96, pp. 76-77.