La entrada al inframundo maya. Una canoa monóxila en el cenote de San Andrés, Yucatán
El medio físico
La península de Yucatán, en el sureste de México, es una planicie de roca sedimentaria calcárea. Ésta se encontraba sumergida durante el periodo Cretácico, hace 145 millones de años (mda), como lo demuestra la presencia de fósiles marinos. Comenzó a emerger de forma basculada (10 a 1.8 mda), lo que definió su geología.
El impacto del meteorito o bólido maya (65 mda) y la permeabilidad del suelo calcáreo favorecieron que los procesos erosivos derivados de agentes atmosféricos, químicos y biológicos dieran origen al moldeo de sistemas kársticos.
Al interior de estos sistemas, inundados y semi-inundados, se han identificado en los últimos 20 años más de 100 sitios arqueológicos sumergidos con evidencia paleontológica, arqueológica e histórica, cuya temporalidad se remonta al Pleistoceno Tardío (40 a 10 mil años a.p.) y hasta el siglo XIX.
Cosmogonía relacionada con los sistemas kársticos
La civilización maya brindó al mundo de las cuevas y los cenotes especial significado y relevancia por medio de un sistema de creencias que ubicaba a algunos de estos espacios en el orden de lo sagrado, pues funcionaban como portales, puntos de contacto y comunicación con el mundo inmaterial que representa los ciclos naturales de vida y muerte. Estas creencias sobreviven hasta nuestros días.
El inframundo es el mundo subterráneo donde habitan los ancestros y seres sobrenaturales (Barrera et al., 1980). Regido por las divinidades de la muerte y las enfermedades (como Hun-Camé), se trata de un lugar que cumple una interacción ritual-social con nueve niveles en donde confluyen el origen y el fin, bajo una perspectiva de dualidad: día-noche, luz-oscuridad, frío-calor, esterilidad-fertilidad, así como vida-muerte-renacimiento (López-Austin, 1994).
Imagen: Cenote San Andrés, Tinum, Yucatán. El espeleólogo Germán Yáñez lleva a cabo el registro. Vasija cerámica tipo Pizarra Say, ubicada a 18 m de profundidad en el cenote de San Andrés. Fotos: Kay Vilchis, © Tren Maya/SAS, INAH.
Helena Barba-Meinecke. Arqueóloga por la ENAH y la Universidad de Cádiz. Investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática Península de Yucatán, INAH.
Manuel Pérez Rivas. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM, se especializa en patrón de asentamiento y organización política en Yucatán. Responsable académico del Proyecto de Salvamento Arqueológico Tren Maya.
José Francisco Osorio León. Licenciado en ciencias antropológicas con especialidad en arqueología por la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. Investigador del Centro INAH Yucatán.
Francisco Pérez Ruiz. Licenciado en ciencias antropológicas con especialidad en arqueología por la Universidad Veracruzana. Investigador del Centro INAH Yucatán.
Jesús Manuel Gallegos Flores. Arqueólogo por la Universidad Autónoma de Yucatán. Colaborador en el Proyecto de Salvamento Arqueológico Tren Maya.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Barba-Meinecke, Helena et al., “La entrada al inframundo maya. Una canoa monóxila en el cenote de San Andrés, Yucatán”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 34-40.