Al final del buceo llevado a cabo para el registro de este cuerpo de agua (el cenote del sitio arqueológico de San Andrés) y su evidencia arqueológica realizamos una última parada de descompresión a 5 m de profundidad, la cual se efectúa para eliminar el nitrógeno residual del torrente sanguíneo. En un lapso de más de 20 minutos los investigadores aprovechamos para medir y videograbar una impronta en la piedra caliza de 90 cm de grosor que se prolongaba por toda la circunferencia del cenote. Siguiendo la línea nos topamos con una pequeña cavidad inundada. Al contar con el tiempo de buceo y aire suficientes en los tanques, decidimos acceder para realizar una prospección.
En un lapso de más de 20 minutos los investigadores aprovechamos para medir y videograbar una impronta en la piedra caliza de 90 cm de grosor que se prolongaba por toda la circunferencia del cenote. Siguiendo la línea nos topamos con una pequeña cavidad inundada. Al contar con el tiempo de buceo y aire suficientes en los tanques, decidimos acceder para realizar una prospección.
Al interior de la pequeña cueva (10 por 8 m de longitud y 1.5 de altura) se observó lo que a primera vista parecía un tronco de árbol grueso erosionado, sin embargo, al analizar la pieza detenidamente y cerciorarnos de su dureza nos percatamos que se trataba de una canoa. Esta embarcación, si bien estaba sumamente erosionada, aún presenta evidencias de huellas dejadas por las herramientas que se utilizaron para su elaboración.
La canoa, elaborada en madera tropical, mide 2.15 m de eslora (largo), 45 cm de manga (ancho) y 36.5 cm de puntal (altura), y está orientada de este a oeste. Se trata de una canoa monóxila con cortes simétricos al interior del casco, logrando una cubierta sin bordas (posiblemente no conservadas) pero sí con límites bien definidos hacia proa y popa, lo cual demuestra el uso de herramientas de corte aplicadas en su elaboración.
Las improntas o trazas en la piedra caliza que quedan impresas en las paredes de los cenotes muestran los niveles que el agua ha alcanzado en diversos momentos, por lo que son excelentes marcadores de los cambios en el clima durante la época prehispánica.
En el caso del cenote San Andrés esta marca se ubicó a los 5 m de profundidad, coincidiendo con el nivel en el que se identificó la canoa monóxila. Esto es evidencia del nivel del agua durante el Clásico Terminal (830 a 950 d.C.), época en la que se han registrado eventos de fuertes sequías en la región (Gallareta, 2007), por debajo del actual.
Imagen: Canoa monóxila elaborada con madera tropical, hallada en una cueva inundada a 5 m de profundidad. Cenote de San Andrés, Tinum, Yucatán. Foto: Kay Vilchis, © Tren Maya / SAS, INAH.
Helena Barba-Meinecke. Arqueóloga por la ENAH y la Universidad de Cádiz. Investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática Península de Yucatán, INAH.
Manuel Pérez Rivas. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM, se especializa en patrón de asentamiento y organización política en Yucatán. Responsable académico del Proyecto de Salvamento Arqueológico Tren Maya.
José Francisco Osorio León. Licenciado en ciencias antropológicas con especialidad en arqueología por la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. Investigador del Centro INAH Yucatán.
Francisco Pérez Ruiz. Licenciado en ciencias antropológicas con especialidad en arqueología por la Universidad Veracruzana. Investigador del Centro INAH Yucatán.
Jesús Manuel Gallegos Flores. Arqueólogo por la Universidad Autónoma de Yucatán. Colaborador en el Proyecto de Salvamento Arqueológico Tren Maya.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Barba-Meinecke, Helena et al., “La entrada al inframundo maya. Una canoa monóxila en el cenote de San Andrés, Yucatán”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 34-40.