La domesticación de plantas, un proceso fundamental en la historia de la humanidad, ha transformado profundamente nuestras sociedades y ecosistemas. En Mesoamérica, región cuna de importantes civilizaciones antiguas, este proceso dio lugar a una rica diversidad de cultivos que siguen siendo esenciales para la alimentación global. La paleogenómica, un campo emergente que combina la genética con la arqueología, ofrece una herramienta poderosa para desentrañar los misterios de la domesticación de plantas en esta región.
Muy pocos procesos han sido tan importantes en la historia de la humanidad como el cultivo y la domesticación de plantas –eventos que preceden a muchos otros aspectos y acontecimientos de la historia humana. La transición de un estilo de vida de cazadores-recolectores a sociedades sedentarias que dependían del cultivo constante de especies vegetales domesticadas, representó un avance cultural importante que ocurrió de forma independiente en muchas regiones del mundo hace entre 10 000 y 13 000 años.
Cuándo, dónde, por qué y cómo se originó y se desarrolló la domesticación son preguntas clave para el estudio de la historia de la humanidad, y corresponden a un eje central de investigaciones interdisciplinarias que abarcan ya más de un siglo y medio.
Mesoamérica –la región que comprende los territorios que hoy cubren México, Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador– es considerada como una de esas regiones-centro de origen de plantas cultivadas, cuna de la domesticación y una región de altísima biodiversidad. También es la región donde se originó una amplia gama de plantas que hoy son alimentos básicos en todo el mundo. Sólo México ha proporcionado al mundo más de 118 especies de plantas domesticadas que se utilizan para alimentos, textiles, colorantes, adornos, construcción y medicina, entre otros usos. Todo esto hace de Mesoamérica una región fundamental para el estudio de la domesticación.
Durante mucho tiempo, el estudio de los procesos de domesticación se ha basado en la investigación de caracteres morfológicos, que, al ser fácilmente observables y medibles, hacen posible la comparación entre poblaciones silvestres y domesticadas. También, el estudio a nivel genético utilizando muestras frescas de plantas vivas, cultivadas, domesticadas y silvestres nos ha permitido entender la composición genética de variedades de cultivos, e identificar los cambios genéticos que existen entre especies.
Recientemente, el desarrollo del campo de la paleogenómica, que involucra el estudio del ADN antiguo (ADNA) proveniente de muestras arqueológicas, nos ofrece una poderosa herramienta para ahondar en el pasado y comprender la historia evolutiva de las plantas domesticadas.
En la portada del artículo vemos una representación del cultivo de maíz en Coxcatlán, Puebla. MNA. Foto: M.A. Pacheco / Raíces.
Tomado de: Marcela Sandoval Velasco (2025) La paleogenómica y el estudio de la domesticación de plantas mesoamericanas, Arqueología mexicana, edición regular 190, pp. 67-73.